Te despiertas perdida, en un extraño paso entre la vela y la
realidad. Deseas volver atrás, donde los sueños son sinónimo de felicidad, pero
sabes que no es posible y sientes el dolor que abraza tu cuerpo, las caricias
de la soledad, los besos del frío.
Tus brazos tiemblan, recordándote una vez más los abrazos
que no recibiste. Tus labios helados recuerdan un beso febril y se resecan al
paso de los días, añorando un deseo irrefrenable. Lo recuerdan. Y se resisten a
creer lo evidente: que jamás volverá lo que dejaste atrás.
Y las lágrimas, esas que sí son, resbalan sin prisa por tus
mejillas. Ellas, a las que nadie dio permiso, descienden por el camino de sobra
conocido, en un daño que ya es muy viejo. Porque se erigieron en dueñas de tu
dolor, de tu desamor y tu condena. Porque ellas ganaron la batalla, en una
lucha cruenta contra tu voluntad por mantenerlas prisioneras. Y ahora proceden
victoriosas, restregándote una y mil veces que no tienes quien te abrace.
Y entre puntada y puntada, arreglas el tanga de encaje,
mientras anhelas la pasión que no lo rompió. Sueñas y te desesperas con los
besos que no recibiste y las caricias que no te dieron. Piensas en el amor que
no recibes y, en un arranque de ordinariez, en los polvos que no te echaron.
Y te levantas y sigues viviendo.
Intenso y hermoso... A tu estilo, bella Mary Ann...!!!
ResponderEliminarGracias, lindo. Un besazo.
EliminarCuánto sentimiento, cuánta verdad, cuánto te entiendo. Muy bello.
ResponderEliminarUn besazo, linda
EliminarPrecioso y triste a la vez... pero la vida sigue, así que a vivirla al máximo.
ResponderEliminarGracias, linda
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