martes, 28 de agosto de 2018

SOLOS DÍAS, de Mary Ann Geeby


Te despiertas perdida, en un extraño paso entre la vela y la realidad. Deseas volver atrás, donde los sueños son sinónimo de felicidad, pero sabes que no es posible y sientes el dolor que abraza tu cuerpo, las caricias de la soledad, los besos del frío.

Tus brazos tiemblan, recordándote una vez más los abrazos que no recibiste. Tus labios helados recuerdan un beso febril y se resecan al paso de los días, añorando un deseo irrefrenable. Lo recuerdan. Y se resisten a creer lo evidente: que jamás volverá lo que dejaste atrás.

Y las lágrimas, esas que sí son, resbalan sin prisa por tus mejillas. Ellas, a las que nadie dio permiso, descienden por el camino de sobra conocido, en un daño que ya es muy viejo. Porque se erigieron en dueñas de tu dolor, de tu desamor y tu condena. Porque ellas ganaron la batalla, en una lucha cruenta contra tu voluntad por mantenerlas prisioneras. Y ahora proceden victoriosas, restregándote una y mil veces que no tienes quien te abrace.

Y entre puntada y puntada, arreglas el tanga de encaje, mientras anhelas la pasión que no lo rompió. Sueñas y te desesperas con los besos que no recibiste y las caricias que no te dieron. Piensas en el amor que no recibes y, en un arranque de ordinariez, en los polvos que no te echaron.

Y te levantas y sigues viviendo.



©Mary Ann Geeby 

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