jueves, 29 de enero de 2015

CAMISÓN ROJO, O BLUSA BLANCA.

Otro relato breve. Me encantaría que lo disfrutarais. Besos.


CAMISÓN ROJO, O BLUSA BLANCA.
(Mary Ann Geeby)
Sin más preámbulos, acercó su mano a los tirantes del camisón rojo de Lía, con intención de bajarlos, dejarlos resbalar por sus hombros, por sus brazos… Pero ella le censuró, con un solo movimiento.
- No, deja, por favor…
- ¿Por qué? ¿Qué te ocurre? Sabes que lo deseas tanto o más que yo.
- Es que no puedo porque…
- Excusas. Siempre excusas, Lía.
Se levantó, recogió su chaquetón y se fue, como siempre, sin decir adiós.
Lía se acostó. Lloró un rato. Al fin se durmió.

La alarma del móvil sonó, como cada día, a las siete menos cuarto. Lía lo apagó, se levantó y se dirigió al baño, como siempre, con los ojos aún cerrados. Abrió el grifo de la ducha, para que el agua fuera calentando, mientras se sentaba en la baza. Se duchó despacio, regodeándose en el calor del agua, observando cómo ésta caía por sus pechos, abriéndose como en dos cortinas, deslizándose a cada lado de sus duros pezones. Pensaba en la conversación que había tenido con Miguel el día anterior. Sus pezones…
De nuevo él había venido a ella. Y de nuevo ella le había rechazado. Sus miedos, sus inseguridades, ¡Excusas! Eso decía Miguel: eran excusas. Si ella le deseaba y él a ella, ¿qué coño impedía dejar volar su deseo? ¿Por qué no hacer realidad su fantasía?
Había que ir a trabajar. Cerró el grifo y se envolvió en la toalla. Secó su cuerpo mientras de nuevo pensaba en la conversación del día anterior. En ella, él le había hablado de la ducha, de aplicarle crema hidratante por su cuerpo, incluso de extender aloe vera por sus pezones castigados, tan irritados después de… ¡Hora de trabajar! Esa mente suya que se empeñaba en volar y volar… Bufff… Camisa blanca  abierta, dejando entrever su conjunto azul. Pantalón marino, ajustado. Las botas de color azul marino. Chaqueta jaspeada. Se veía genial. Le encantaba enseñar un poco su escote. Muchas veces había observado a algún compañero colgado de él. A Lía “le ponían” esas miradas. Incluso en una ocasión vio a Rosa mirándole el pecho. Cuando sus miradas se cruzaron, ésta le dijo:

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Fragmento del relato incluido en RELATOS ÍNTIMOS DE MARY ANN GEEBY.

domingo, 25 de enero de 2015

RETO

Hola:
Hace unos días acepté un reto de un amigo de facebook: Ser más descriptiva en mis relatos. Fruto de dicho reto escribí TRUFA DE CHOCOLATE y comencé el que ando escribiendo. Pero el reto tenía "devolución": él tenía que escribir otro con la misma condición. Y escribió éste que adjunto. A mí me gustó mucho. Deseo que a vosotros también os guste. Gracias por el RETO, Fer Perez Garcia.
  

Después de varios planes conseguimos quedar en un antro de intimidad ilimitada... Las claves eran fáciles, tú llevarías el vestido negro ceñido y ajustado de la última boda, ése que reconocería por la última foto que me enviaste... Yo llevaría la etiqueta mínima que exigía el local, más una corbata verde oscura...

El lugar repartía a la entrada antifaces negros de terciopelo para los chicos y rojos para las chicas y por un módico precio un reservado para seguir intimando sin ninguna limitación...
Tras unos minutos, paseando con una copa por el local lúgubre y sorteando a personas que procuraban identificarte bajo la ropa y el antifaz, te reconocí acobardada pegada a una pared.... Me acerqué y rápidamente miraste a través de tu antifaz el color de la corbata... Te relajaste y posaste una mano fría sobre una de las mías...
Conversamos un poco, apuramos nuestras bebidas y nos fuimos de ese antro haciendo caso omiso a la recomendación de usar un reservado. Salimos a la calle a respirar aire fresco y quitarnos el antifaz mientras me llevabas por las calles a tu coche...


Entramos en él y nos besamos con intensidad sin querer soltarnos los labios inferiores agarrados ligeramente por los dientes... Arrancaste sin saber a dónde me llevarías y yo me dejé llevar por las nocturnas calles de la ciudad... Agarrabas el volante queriendo dominar la situación y yo mientras iba escondiendo mis manos, recorriendo tus muslos de manera ascendente sorteando el vuelo del vestido...

Subo mientras aceleras y tu pierna empieza a temblar... busco tu ropa interior y no la encuentro mientras me miras con superioridad al descubrir eso... 
Los semáforos son pausas perfectas para seguir acariciando, para seguir disfrutando y para seguir aumentando el morbo... Crees que nos miran desde los otros coches y no nos importa, incluso la patrulla de la policía no nos impone, a pesar de su eterna pausa en el semáforo... Siento mis dedos humedecerse en tu sexo mientras tú aceleras, respiras de manera profunda y agarras con más violencia el volante...
Me dices que pare, sufres, que vuelva a parar, sigo, me dices que no quieres correrte así mientras cierras los muslos, sigo y te pones más violenta conduciendo... Llega la curva y sigues acelerando, cierras más los muslos y frenas... Se para casi en seco el coche mientras te corres y sueltas el último gemido...


jueves, 22 de enero de 2015

TRUFA DE CHOCOLATE

Hola:
Uno muy breve. Y dulce. Deseo que os guste.
TRUFA DE CHOCOLATE
Me acuesto y espero a que vengas. Pero no vienes. La lectura me ha encendido demasiado esta vez. Comienzo a frotarme contra las sábanas, contra el colchón, pero no me satisface. Intento dormir, pero sigo pensando en lo mismo. Mi mano frota mi pecho izquierdo, lo acuna, lo amasa. Se entretiene con el pezón. Continúa descendiendo hasta mi sexo, recién rasurado. Yo no quería esto. No quería tocarme. Quería que me tocaras tú. Pero sigues sin venir.
Mi mano sigue con su tarea. Acaricia mis labios, los abre, un dedo se cuela dentro. Estoy tan mojada… Me doy la vuelta: mejor boca abajo. Y mejor las dos manos. Abro mis labios de nuevo y meto dos dedos. No puedo silenciar mi gemido. Me toco con el dedo de una mano, a la vez que introduzco dos dedos de la otra en mi vagina. Me masturbo más rápido.
Entonces noto algo, como unas cosquillas en mi espalda. Me paro. Me voy a girar, pero no me dejas.
-         -¡Shhhh, quieta, sigue! – me susurras, mientras me sujetas con tu mano por el hombro.
-          -¿Qué? ¿Quieres que siga? – te pregunto.
-          -Claro. Y no te levantes o se caerá todo.
Entonces giro un poco la cabeza y lo veo. Posas el paquete de trufas en la mesilla. Coges una entre los dedos y continúas deshaciéndola sobre mi espalda. Eso hacías. Te acercas gateando, cual felino y lames las migas de chocolate, lentamente. Tu lengua se recrea en mi zona lumbar. Entonces chupas. Había un pedacito más grande. Siento cómo te relames. Gimo.
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     Fragmento del relato incluido en RELATOS ÍNTIMOS DE MARY ANN GEEBY.

lunes, 19 de enero de 2015

LA HUÍDA

Hola a todos.
Nueva edición de TE ROBO UNA FRASE, juego propuesto por Ramón Escolano.
La frase de este mes es "Nadie respondió. El viento suspiraba entre los árboles, haciéndoles emitir susurros misteriosos. A la sombra oscilante de los olmos que se alzaban del otro lado del muro podía ver la lápida de Hubert Marsten" —De Stephen King, sacada de la novela: El misterio de Salem’s Lot.
De nuevo algo muy diferente de lo que suelo escribir. Deseo que os guste.
LA HUÍDA

La puerta se cerró como siempre a las nueve de la noche. Y de nuevo se quedó en la más absoluta y terrible soledad. Llevaba ya tiempo pensándolo, aunque no se sentía capaz de hacerlo. Cuando ella se iba, a las nueve en punto cada anochecer, ya nunca le ataba. Había comprobado que ahora tenía miedo a salir de la casa. Ni con luz, ni en la horrible oscuridad, se atrevería a hacerlo. ¿A qué lugar iría si se marchara? ¿Dónde dirigirse?
Hacía ya diez años que estaba encerrado en esa casa. Al principio, siempre atado. Ella venía cada tarde, hacía la labor de casa, le daba la comida y le hablaba. Cuando todo comenzó, intentó soltarse, luchar, escapar… Pero ella siempre le drogaba. Estaba tan harto de aquellos pinchazos que poco a poco fue volviéndose más y más servil. Hacía ya muchísimo tiempo que ella no le pinchaba, aunque por las noches y las mañanas había permanecido atado aún demasiados años. Pero desde un par de meses atrás, ya no le ataba, no era necesario. El miedo al exterior era mayor a sus ansias de escapar. Él ya no quería irse, pues no imaginaba ningún lugar donde querer ir, ninguno donde estar mejor que allí.
Con el tiempo se había convencido de que ella tenía razón: Si permanecía atado era por su bien. Si continuaba encerrado en aquel lugar era para protegerle de los terribles peligros que existían en el exterior. Él no los recordaba porque había transcurrido demasiado tiempo, pero ella se lo recordaba a diario: se veía obligada a sobrevivir en un mundo hostil y lleno de riesgos. No era necesario que él sufriera también. Era tan buena… Le quería tanto…
Sin embargo, al llegar el invierno, algunos recuerdos volvieron y de repente se sintió “solo”. Aquel día le pidió que se quedara con él por la noche. Pero ella le explicó que era imposible. Él insistía: si fuera había tanto mal, ¿por qué no se quedaba con él, allí? No quiso razonar, ni hablarlo. Se enfadó mucho al ver la insistencia de su hombre, de modo que gritó y le recordó por enésima vez cuánto la debía. Él sufría con estas situaciones, por lo que decidió dejarlo pasar… O no tanto…
Esa misma noche cuando ella salió decidió seguirla, pero por supuesto la puerta estaba cerrada con llave. Entonces volvió esa idea que le había estado atormentando: ¡escapar! Sí, pero ¿para ir a dónde? No sabía dónde se encontraba, ni cómo llegar a ningún lado. Seguro que nadie se acordaría de él, después de tantos años. Su amada Elena… su princesa Emma… Pero no podía seguir allí por más tiempo. No podría soportarlo.
Agarró la silla del comedor, aquélla tan pesada, y la estrelló contra la ventana del baño. Era la única que no tenía rejas. Demasiado pequeña, pero no había otra opción.
Con mucha dificultad salió por el hueco. Le costó mucho, no cabía, pero empujó hasta que lo consiguió. Se rasguñó el brazo y se cortó la pierna y sin embargo no le dolía. Resquemaba, sí, pero el aire frío de la calle quemaba mucho más. Aguantó la respiración, hasta que no pudo más y cogió una gran bocanada de oxígeno. ¿Y si era verdad lo que ella le dijo? ¿Y si el aire se había viciado tanto en este tiempo que no podría sobrevivir fuera? Era extraño, pues nada de aquello que le había contado tantas veces ocurrió. Al contrario, el aire era fresco y puro y no dañaba sus pulmones ni su piel.
Comenzó a recorrer aquel caminillo por el cual la había visto alejarse cada día, hasta llegar a los árboles del fondo. Allí, giró a la izquierda y pudo ver un gran muro que se elevaba varios metros más adelante. ¿Se esconderían allá aquellos seres mutantes, resultado de un extraño objeto que impactó cerca, un par de años atrás, tal como ella le había narrado? Sus pies pesaban demasiado, le costaba andar y respirar. Se moría de miedo, pero llevaba ya varias semanas pensando que si ella sobrevivía cada día a la convivencia con aquellos seres, quizá él también podría. De todos modos había decidido que no le importaba morir: prefería hacerlo al fin, a seguir muerto en vida, en aquella prisión.
Avanzó hasta la pared y encontró la entrada. Intentó abrir la puerta, pero no podía. Sin embargo veía luces y oía algo parecido a voces, susurrando. Decidió preguntar, entonces:
-          ¿Hay alguien ahí? Por favor, necesito ayuda.
Nadie respondió. El viento suspiraba entre los árboles, haciéndoles emitir susurros misteriosos. A la sombra oscilante de los olmos que se alzaban del otro lado del muro podía ver la lápida de Hubert Marsten.
Y entonces lo entendió. Recordaba ese lugar: era el cementerio del pueblo. Todo el tiempo había estado a escasos quinientos metros de su casa. Si seguía el lateral del muro y se adentraba en el pueblo, la tercera de la derecha era la suya. ¡Dios! ¿Seguiría su familia allí? ¿O por el contrario, los mutantes les habrían atacado? ¿Continuaría viva Elena, su esposa, su amor…? ¿Y su pequeña? Era muy pequeña cuando él se fue, apenas un añito. ¿Qué le habrían contado de él? Si ella supiera que no se fue por propia voluntad, que esa mujer lo engañó y lo encerró… Y luego…
A medida que se acercaba a la casa, el miedo era mayor, pero también la necesidad de verlas. A su amor y a su pequeña princesa, a su Emma linda. Cada paso por aquella acera era un auténtico horror… Cada metro menos era como escalar la montaña más alta. Jadeaba sin parar, como si estuviera agotado. Por fin llegó la puerta, pero su brazo pesaba toneladas y no podía tocar el timbre. Se ayudó de su otra mano para llegar al interruptor y entonces la puerta se abrió.
Una preciosidad de once años con los ojos más lindos del mundo, le miró fijamente.
-          ¡Mamá, ven! ¡Es papá! – Gritó desde la puerta. A continuación, mirándole a él, le dijo – ¡Ya era hora de que vinieras! ¡Cuánto has tardado! – y se abalanzó sobre él, dándole el abrazo más cálido y tierno que jamás recordara.
Levantó los ojos y la vio: su linda esposa, su amor, su vida… Llorando, se acercaron fundiéndose en un beso. Aquel beso que lo acunaba y lo protegía. El miedo había desaparecido. Y el frío. Ahora todo estaba bien. Ahora estaba en casa.

martes, 13 de enero de 2015

UN SUSPIRO

Hola:
De nuevo traigo otro texto muy breve.
Ojalá os guste.
Suspiros.
UN SUSPIRO
¿Que por qué me quieres?, te pregunto a menudo. Pues no lo sabes, me sueles responder. Nuestro amor es uno de esos misterios sin resolver. Porque no se ajusta a convencionalismos sociales: chico conoce a chica, chico la invita a salir, chica accede, chico y chica se besan, chico y chica se hacen novios. No, tú y yo charlamos, nos besamos; charlamos, nos acariciamos; charlamos, hacemos el amor. Pero nada de esto tiene sentido, pues no cumplimos las normas sociales, no respetamos las ideas de los demás. Sólo nos queremos, nos necesitamos y nos deseamos.
Recuerdo cuando empezamos, siempre hablando de fotografía: nuestra gran pasión. Disfrutábamos tanto de dichas conversaciones… Que si el encuadre perfecto, que si las perspectivas, el blanco y negro, los efectos de luz. Y hablando del contenido, nos dejábamos atrapar por las ideas: esas manos, las miradas, captar instantes precisos, capturar sentimientos… Tú eres el que sabe, pero siempre quieres mi opinión.
Nunca olvidaré tus palabras aquel día, cuando me dijiste que me querías:
-          Quiero captar tu esencia, pero no encerrarla en una fotografía. Quiero llevarla siempre conmigo. Te quiero.
Y desde entonces, nunca nos separamos. Adoro pasear de la mano contigo, lo sabes. A menudo, cuando lo hacemos, suelo suspirar. Me enamoré cuando me preguntaste:
-         -  ¿Has suspirado, mi niña?
-         -  Sí, cariño, suspiré.
-         -  ¿Y sabes qué es un suspiro? – añadiste.
-        -   Pues en mi caso es algo que me sale cuando la impotencia me impide realizar mis deseos, amor. – Respondí.
-         -  Para mí es diferente, cariño. Un suspiro es un beso pensado.

Sonreí y suspiré de nuevo.

miércoles, 7 de enero de 2015

AMANTE PROHIBIDA

Hola a todos.
Primer post de 2015 que quiero dedicar a dos amigas que se enamoraron. Aún no pueden contarle al mundo su amor, de modo que lo ocultan en un pequeño reducto de amig@s entre quienes me encuentro. Es mi regalo junto con el deseo de que un día puedan estar juntas al fin y demostrarse todo lo que son.
AMANTE PROHIBIDA
(Mary Ann Geeby)
Nadie sabe en realidad lo que siento, porque sólo me atrevo a confesártelo a ti. El mundo cree que amo al hombre perfecto, que sueño con él, que mi cuerpo tiembla con sus caricias y con sus palabras, que sus besos me transportan a lugares maravillosos. Y le quiero, claro que le quiero. Pero no es él quien me hace suspirar, no es su cuerpo el que deseo cada noche, ni el que sueño cada día. Eres tú, mi amiga y confidente, mi amante prohibida. Cuando te leo y te veo, me imagino a tu lado y dejo volar mi fantasía.
Quiero hacerte prisionera de mi cuerpo, que te alimentes sólo de mí. Porque yo estoy presa del tuyo, de tu cuerpo y de tu alma, desde que te conocí. Deseo colarme en tus sueños porque tú no sales de los míos. Quiero tocarte, acariciarte, besarte, quiero lamerte y hacerte gemir. Quiero que me pidas más…
Si lo nuestro está prohibido, prefiero saltarme las reglas. Me dan igual las normas sociales y sólo anhelo que me ames como yo te amo a ti. Sé que no podemos, que no se nos permite. Y seguiré callando mis ganas de ti, pero seguiré gritándotelas aquí, donde sólo tú me escuchas, donde sólo tú me entiendes. Te deseo y te quiero, mi amante prohibida.