viernes, 14 de septiembre de 2018

PESADILLAS


Una vez fue la noche la que resultó preciosa. Ocupó todo tiempo y lugar, con sueños posibles y alcanzables. Se llenó de imágenes bellas, aromas maravillosos y los más agradables sonidos que pudiera escuchar. Dormí de un tirón: sin interrupciones, ni ronquidos.

Una vez, abrir los ojos me dolió. La luz hacía daño y la visión era triste. Los fantasmas y los monstruos no temían la luz del día y llenaban el mundo de un hedor nauseabundo. La montaña era más alta que ayer y restaba mayor trecho, a pesar de lo escalado. El dolor no era sólo físico y el amor me había abandonado.

Una vez, las palabras de ánimo ofendían. Me escondí de la vida, cerrando los ojos con fuerza y tapando mis oídos con las manos, pero no sirvió de nada. Todo estaba dentro de mí y quería ser vomitado al exterior.

Una vez quise volver a dormir y que fuera para siempre. Dormir y no despertar más. Dormir sin amanecer.

Una vez sentí todo eso y fue esta vez.

ÉSTA.

©Mary Ann Geeby

viernes, 7 de septiembre de 2018

LOCURA, de Mary Ann Geeby


Abro los ojos y tomo conciencia del malestar en el estómago. Necesito acudir al cuarto de baño, pero no puedo. Siento mareos, náuseas, sensación de vacío y vértigo. Tengo que levantarme.
Un fuerte dolor de cabeza me recuerda que anoche bebí demasiado. Sé que no es bueno mezclar alcohol con la medicación, pero total, ¿qué más puede sucederme?
Hago un ejercicio de concentración e intento visualizar el interior de mi estómago. ¡Qué asco, Dios mío! Nunca pensé que sería algo así.
Las paredes están inflamadas y llenas de pequeñas úlceras. Debe ser por causa de los ácidos de los últimos días. O quizá por lo que está creciendo dentro.
Está ahí, en la parte inferior. Las raíces de esta cosa se adhieren a las paredes interiores de mi órgano digestivo, cubriéndolo casi por completo. Y él crece, cual planta, con multitud de tallos gruesos y viscosos.
Ahora comprendo la razón de no tener hambre. Entiendo la terrible halitosis que me acompaña desde hace varios días y el mal sabor que han adquirido los alimentos. Creí que algunas cosas se habían estropeado en mi nevera. Pero no. Soy yo misma, mi sistema digestivo, las papilas gustativas, todo se ha alterado por culpa de este ser.
“Esto” llena la mayor parte de la capacidad de mi estómago. Imagino que, en pocos días, tendrán que sacármelo o invadirá el resto de mi cuerpo. Entre tanto, intento no pensar en ello, pero es imposible. Constantemente me recuerda que está ahí.
Las personas me preguntan qué me pasa. Y yo les digo que son nervios. ¡Nervios! Jajaja… Siempre escuchando la frase de que los nervios invaden el estómago y ahora me ocurre de verdad. Pero no son nervios. Yo sé que no. Esto no tiene nada que ver con el sistema nervioso. Aunque la imbécil aquella dijera un día que “estoy de los nervios”. En realidad, creo que “estoy del alma”
¿Y la cabeza? ¡Este maldito dolor que no se pasa con analgésicos! Sé que mi estómago y mi cerebro se han conectado directamente, de algún modo que desconozco.
Sé que todo tiene que ver con “ello”, pero no comprendo cómo. Para crecer, se alimenta de mí, pero más de mi mente que de mi cuerpo. Es como los de aquella película, que robaban la vida desde fuera, absorbiendo su ser. A mí me está chupando la mía desde dentro, desde el interior de mi cuerpo. Desde el estómago, pues es donde se sienten las cosas. Desde el cerebro, pues es donde habita mi alma.
“Pronto estaré bien”, me repito una y otra vez, como un mantra. Pero no me lo creo. Estoy en esos días en los que todo es increíble e impensable. Debo repetirlo, a veces en voz alta. Tengo la obligación de hacérmelo creer, aunque sea tarea imposible.
¡Vamos, repítelo! ¡Más alto, venga! ¡Una y otra vez! ¡Pronto estaré bien!
Pero no funciona.
Esto es HOY. Es AHORA. Y hoy y ahora, sigo queriendo escapar, salir de aquí y no volver más.
Me quiero ir.
©Mary Ann Geeby