Hola.
De nuevo he estado bastante tiempo sin escribir relatos en el blog. Además, quienes me conocen han visto que he últimamente he leído menos libros. Bueno, esto se debe a que he leído LA ESENCIA, de mi amigo y fantástico escritor Alex García. Pero hoy todavía no os voy a contar cómo es Alex, ni cómo es su pedazo de novela. En breve os explicaré lo que pienso de él como escritor y de sus novelas. De momento sólo os diré que "La Esencia" es lo mejor que ha escrito y, que conste que me he leído todo lo que ha publicado y casi todo lo que ha escrito.
Pero lo que más feliz me hace y quiero compartir con toda mi gente, es que yo he escrito el Prólogo de dicho libro. Y tengo permiso de él para publicarlo. Deseo que lo disfrutéis mucho y que os entren muchas ganas de leer esta novela. En cuanto esté disponible, os lo contaré.
Prólogo
Despierto sudando, asustada a causa del grito que acabo de
escuchar, cuando me doy cuenta de que soy yo misma quien lo ha dado. ¡De nuevo
este sueño recurrente! Un peso inmenso se apodera de mi pecho y apenas me
permite respirar. Sé que debo serenarme para recuperar la calma, o seré de
nuevo presa de una crisis de ansiedad. Hago un esfuerzo sobrehumano para inspirar despacio y expulsar el aire
lentamente. De este modo no hiperventilaré, controlaré la situación en unos
segundos. Esta vez no me marearé como otras.
Y sigo sin saber quién es ella… esa mujer… No recuerdo qué
quería, por qué hablaba con papá. Pero sé que él no estaba contento. Es como si
yo quisiera escucharla, consolarla, porque lloraba. Pero no puedo recordar
nada. Sólo que papá… ¡Papá! Esa fue la última ocasión que nos llevó al parque,
la última tarde con él, los últimos besos y abrazos… La última vez…
* * * * *
Ha sido una suerte que hayamos podido venir a pasar la tarde
al parque. A mí me gusta mucho cuando venimos aquí. Es muy bonito y grande.
Papá nos trae a veces y nos enseña los árboles. Hay especies de todas partes
del mundo. A Santi no le gusta, él siempre quiere ir a los columpios, pero papá
ha dicho que más tarde iremos. Antes quiere enseñarnos lo lindas que están las
plantas en esta época del año.
Me gusta mucho cuando él me explica las diferencias entre
unas plantas y otras. Luego me hace preguntas y, si no sé responder, me ayuda a
que me fije en el tipo de tallo o las diferencias entre las hojas. Me ha
prometido que un día podremos recoger hojas, palitos y pétalos del suelo. Con
todo ello quiero hacer un cuadro y regalárselo a mamá. Ella no ha podido venir
hoy con nosotros porque tenía que hacer las cosas de casa. Santi sigue
protestando porque quiere ir a los columpios, así que papá ha accedido a ir
hacia allá.
Llevamos un buen rato aquí y Santi se ha columpiado todo el
tiempo. Ahora me toca a mí montarme, pero Santi quiere repetir y llora. Papá le
explica que es mi turno y que él debe esperar o montarse en otro cacharro
entretanto. Una de las cosas que más me gustan es columpiarme y que mi papá me lance
adelante con fuerza. Ya soy capaz de subir los pies hasta más arriba que la
cabeza de los mayores. Le pido un poco más fuerte y él lo hace. Tanto que me
dan cosquillas en el estómago al volver hacia atrás. Pero entonces noto las
manos de papá que me lanzan de nuevo hacia adelante. Cierro los ojos, extiendo
los pies y me agarro fuertemente a las cadenas. Me encanta sentirme así, es
como volar…
¡Volar! Muchas veces pienso que me gustaría volar. No como
los pájaros, sino siendo una persona. No en un avión, sino valiéndome de mi
propio cuerpo. Ya, ya sé que eso no existe, pero a mí me gustaría mucho. Hace
unos días soñé que volaba y noté estas mismas cosquillas en el estómago. Pero
luego me desperté y me di cuenta de que las personas no volamos. Cuando le
conté esto a papá me dijo que quizá algún día consiguiera hacer realidad mis
sueños, que nunca hay que dejar de soñar.
Pero ahora se me ha acabado el tiempo de montarme y tengo
que bajar. ¡Jolines, qué rollo! Me he manchado mi vestido blanco y papi me hace
ver las manchas. No está enfadado, pero me pregunta qué dirá mamá cuando lo vea.
Ella se enfada a veces cuando nos manchamos, aunque siempre se lo dice a él, no
a nosotros. Santi también se ha manchado, pero su ropa no es blanca, así que
mamá no se preocupará tanto, creo yo.
En ese momento, el «busca» de papá pita. Creo que eso significa que nos
vamos ya. Siempre que le suena el «busca», tenemos que marcharnos a casa, pues
papi tiene que irse rápidamente a trabajar. No me gusta nada ese aparato, pero
él dice que es necesario. Cuando se va al hospital, siempre cura a personas que
están muy malitas. Por eso muchas personas quieren a mi papá. Pero yo le quiero
más que todas ellas, que no son sus hijas. Le quiero más que Santi, que sí es
su hijo.
De repente llega esa señora. Me mira durante unos segundos,
yo a ella también. Luego se acerca a papá y le abraza. Santi pregunta a mi papá
qué ocurre, pero él no le contesta. Yo no entiendo nada, porque papá aparta a
la chica, ella grita algo y a mí me da pena. No sé lo que dicen, algo de un
accidente. Quiero entenderla, consolarla, me da tanta pena verla llorar… Me
dirijo hacia ella, pero papá no me deja. Lo que menos entiendo es por qué le ha
llamado «papá». Vamos a ver: yo sólo tengo un hermano, que es Santi, así que
¿cómo puede esa chica llamarle «papá»? Eso sólo sería posible si ella fuera mi
hermana, pero no lo es. Yo no la he visto nunca en mi casa, ni en la calle, ni
con mi papá, ni con mi mamá. Nunca la he visto, ni sé dónde vive.
No me gusta nada de esto y a mi papi tampoco le gusta. Yo no
quiero que discutan, pero tampoco quiero que ella llore. No sé por qué llora,
pero me dan ganas de llorar a mí. Quiero que se vaya ya.
Ahora llegan los policías, ellos lo arreglarán todo. Papá siempre
dice que ellos son amigos de los niños y que si algún día nos perdemos, podemos
ir donde un policía y nos ayudará a encontrarlos. Seguro que han oído a la
señora gritar y por eso vienen a ayudar, porque los policías siempre ayudan a
las personas que tienen problemas. Hablan con la señora y van a llevarla a su
casita. Al final se va con ellos, pero de repente vuelve corriendo donde
estamos nosotros, abraza a mi papá y le dice que le quiere mucho. Santi llora
otra vez y yo no sé qué hacer ni qué decir.
Papá nos
lleva por fin a casa y tiene mucha prisa porque debe ir a trabajar. Es un
médico muy bueno, que cura siempre a las personas que tienen malito su corazón.
A mí me gusta que papá arregle los corazones que están malitos, pero lo que no
me gusta es que se vaya cuando estamos jugando con él.
¿Por qué siempre tiene que irse a trabajar? ¿Y por qué
tendrá siempre tanta prisa? Yo no quiero que se vaya, quiero seguir jugando en
el parque. Me gusta mucho jugar con papá, me gusta subirme en el columpio y que
él me propulse alto, hasta las nubes o más. Cuando llegamos a casa, papi le cuenta
a mamá que debe irse, que tiene mucha prisa, pero yo no dejo de llorar. Santi
se ha ido enseguida a la habitación, a jugar con los playmóvil nuevos, así que
mi papá me coge en brazos y me besa.
—¿Sabes que debo irme, verdad princesa?
—Sí, papá. Lo entiendo. Pero promete que mañana volveremos
al parque y recogeremos hojas y palitos para hacer el cuadro para mamá. —Le pido
mientras él me seca las lágrimas.
—Claro, chiquitina. Lo haremos. Pero ahora debes dejar de
llorar, ¿prometido? Obedece a mamá y sé buena, ¿de acuerdo? —Sigue con sus
besos y caricias.
—Vale. —Abrazo fuertemente su cuello y le doy un último
beso.
El último beso. Y se va a trabajar. Y se va…
* * * * *
El último beso. Y se fue a trabajar. Se fue… Y jamás volvió…
Te echo tanto de menos, papá…
Si tan sólo yo pudiera… Si yo pudiera…
La congoja se apodera de nuevo de mí. Siento que aparece de
nuevo la crisis de ansiedad. Tengo taquicardia. Recuerdo que debo respirar
hondo para evitar hiperventilar. Pero la angustia no me lo permite. Y lloro más
fuerte, y grito llamándole:
—¡Papá!
Varios minutos después la llantina se ha pasado y vuelvo a
estar tranquila. Inspiro hondo y expulso despacio. Me levanto ya. Debo darme
una ducha de agua templada. Eso hará que me sienta bien otra vez. Eso hará que
todo vuelva a ir bien.
Entro en la ducha y me obligo a dejar de pensar en el dichoso
sueño, la pesadilla que lleva repitiéndose toda mi vida desde que papá nos dejó
aquel día. Ahora debo concentrar mi atención en el viaje a Madrid. Tengo algo
menos de hora y media para prepararme y llegar al aeropuerto. Por fin ha
accedido a recibirme el pánfilo ese que tiene en sus manos el futuro del
Centro. Señor… ¿cómo era su nombre? Señor “Notengotiempo paralagente pardilla”,
Señor “Soyel putoamo delmundo”, Señor “Pisoal queseponga delante”, Señor…
Thomas. Sí, ese era su nombre.
Termino de arreglarme y preparo una maleta pequeña, para un
par de días. Espero volver a casa con la seguridad de que a mis viejitos no se
les destrozará el breve futuro que les queda. Si consiguiera un compromiso por
parte del señor Thomas… Pero dicen que es un hombre sin escrúpulos. Lo cierto
es que me ha costado mucho tiempo conseguir que me recibiera. Así que no voy a
desaprovechar esta oportunidad. Me guardaré mis opiniones y haré lo que sea por
conseguir ese compromiso.
Miro por la ventana para cerciorarme de que el taxi está
esperando. Ya me espera, así que me marcho. Espero que este par de días en
Madrid me resulten agradables. No creo que me dé tiempo para hacer turismo,
pero de todos modos intentaré sacar algo de tiempo libre. Madrid, señor Thomas,
Susi está preparada y va a por todas.
Muy bueno el prólogo, Mary, dan ganas de leer el resto de la novela (y sin duda lo haré, aunque no ahora, tengo una larga cola que pa qué). Te felicito. Besos.
ResponderEliminarYo sigo con tus poemas y tus "Realidades a doble espacio".
EliminarBesazos.