Son 3 fragmentos de los capítulos 7 y 8 de YA NO SOMOS TAN JÓVENES.
Besos, linda Ro.
“- ¡De ninguna
manera! Mira, aquí lo que hacemos es que cada uno se paga lo suyo. O a veces se
divide la cuenta a partes iguales. Así no hay problemas de que unos siempre
pagan y otros no… – le explicó ella.
- Ya. Y yo voy a
adaptarme en casi todo a vuestras costumbres, pero ésta la pago yo. Así me
aseguro que habrá una próxima vez, pues te tocará pagar a ti. – le interrumpió
él.
A Ana le gustó esa
especie de promesa de una próxima cita, de manera que le dejó pagar. Fueron
juntos hasta la boca del metro y allí se despidieron con un par de besos. Él se
detuvo un poco más de lo normal en el segundo beso y Ana notó que inspiraba más
despacio, mientras la sujetaba con los brazos. ¿La estaba oliendo? ¿O era un
suspiro? ¿Y la estaba abrazando? El caso es que a ella le volvieron a pasar
todas aquellas cosas por dentro… y algunas también por fuera…
- Hasta el lunes,
Adrián. Buen fin de semana. – acertó a decirle cuando por fin la soltó.
- Lo mismo digo,
preciosa. Hasta el lunes. – contestó él sonriendo, como casi siempre.
Adrián vio cómo Ana
bajaba las escaleras trotando y entraba en el metro. Se quedó mirándola,
sonriendo. ¡Dios, esta mujer le traía loco!
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8. BUEN FIN DE SEMANA.
“Me siento como en otra plaza,
en la de estar solito en casa,
será culpa de tu piel.”
en la de estar solito en casa,
será culpa de tu piel.”
Peter Pan – Dani
Martín.
Había sido una
semana fantástica. Y no pudo tener mejor colofón. Durante toda la comida no me
puse cachondo al pensar en Ana. Nada de eso: era un placer escucharle hablar.
Cuando me contó lo de su depresión no pude evitar cogerle la mano y acariciarle
con mimo la muñeca. Luego no me gustó que ella se soltase, pero me sentí muy
bien mientras le contaba cosas de mi vida. No fue hasta que la acompañé al
metro, cuando nos despedimos, que no pude reprimir un suspiro. Aspiré despacio
su aroma, porque quería llevármelo conmigo, con el fin de poder aguantar sin
verla todo el fin de semana. Lo cierto es que tuve que reprimir mis impulsos,
pues lo que realmente me apetecía era besar sus labios: meter mi lengua en su
boca y recorrerla despacio, mientras quizá con una mano hubiera podido tocarle
una teta. Llevaba toda la semana pensando en las tetas de Ana. Soñaba con el
día que pudiera cogerlas en mis manos y pellizcar sus pezones. A Ana siempre se
le marcaban los pezones. Y no quería acercarme mucho en ese abrazo, para que
ella no notara mi erección, que me estaba matando. Finalmente la solté, nos
despedimos, y ella bajó saltando las escaleras del metro.”
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“Y dejé llevar mi
imaginación hasta la despedida del viernes. En mi fantasía, Ana respondía a mi
suspiro con un abrazo y al mirarme de frente, acercó sus labios a los míos para
que la besara.
Como estábamos en la calle, le propuse ir a mi apartamento, pues
no era cuestión de dar espectáculos. (Yo no le he dicho a Ana que vivo cerca de
la oficina). Fuimos caminando de la mano, mirándonos como dos adolescentes a
quienes puede la vergüenza. Al llegar a mi portal le cedí el paso y al entrar
en el ascensor volví a besarla, esta vez con fuerza, como si tuviera miedo de
que quisiera escapar. Entramos a mi apartamento y cerré la puerta de una
patada. Allí mismo, en la entrada, empujé a Ana contra la pared y le sujeté las
manos por encima de la cabeza. Ambas manos juntas, sujetas con mi mano
izquierda, mientras con la derecha cubría su teta y comenzaba a masajearla con
fuerza. Ana gemía contra mi boca, aunque acerté a escucharle decir: “¡Sí!”.
Entonces la solté para desabrochar su blusa y cogí sus tetas, una con cada
mano. ¡Joder, vaya par de tetas! ¡Impresionantes! Ella se desató el pantalón y
lo dejó caer, a la vez que se quitaba la camisa. Desabroché su sujetador para
tener más contacto con su piel y pellizqué su pezón izquierdo, mientras metía
el derecho en mi boca. Ana gemía, desatando mi camisa y mi cinturón. Alcancé a
oírla decir varias veces “¡Sí!” y “¡Más!”, lo que me motivó para seguir con lo
que estaba haciendo. Dejé su pezón para bajar por su cuerpo, lamiendo su
ombligo y llegando a sus bragas rojas. ¡Dios! ¿Toda su ropa interior será roja?
Primero besé y mordisqueé su coño por encima de la tela, con lo que ella gimió
aún más fuerte. Entonces la cogí de las caderas, metí mis pulgares por las
costuras de sus bragas y se las bajé. Ana se salió de ellas y abrió un poco las
piernas. ¡Dios, estaba perfectamente rasurada! Entonces acerqué mi boca a su
coño. Lo besé, lo lamí e introduje mi lengua por entre sus labios, hasta que
rocé su clítoris. Le separé los labios con mis pulgares y comencé a lamerle y a
succionarle ese botón tan duro como mi polla, unas veces más suave y otras más
fuerte. Ella gritaba mi nombre, gemía y me pedía más. Introduje dos dedos en su
coño y los arqueé ligeramente hacia delante. ¡Dios! Estaba completamente
mojado. Entonces se movió contra mi mano, sus dedos enterrados en mi pelo,
diciéndome, entre gritos y gemidos:”
¿"Diciéndome entre gritos y gemidos..."? ¡¿El qué?! así no se vale eh, una cosa son los finales a elección (que no erección) y otra cosa es dejar el relato a la mitad... ¡no, así no se vale!!
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