Hola:
Os regalo el último ejercicio que realicé para el Taller de Escritura Creativa. Se trataba de un texto libre y yo escribí el 1º capítulo de un relato largo que se titulará PUTA VIDA. El capítulo se titula "La puñetera realidad". Deseo que os guste.
Las 6:45 y
la alarma despertador comenzó a pitar, mientras el móvil vibraba, corriendo
peligro de caerse de la mesilla. Mario lo apagó de mala gana. ¡Ahora que por
fin le acababa de coger el sueño! Había visto todas las horas en punto en el
reloj luminoso, que proyectaba la hora y la temperatura en el techo de su
habitación. También había contado los parpadeos de los dos puntitos y había
jugado con la imagen de los números; imaginado que despertaba de nuevo junto a
ella, como el mes pasado…, pero no. Estaba solo en su habitación, las clases se
habían reanudado y Luisa se había marchado de vuelta a Salamanca.
Odiaba todo
esto. No porque hubiera terminado esos maravillosos días de vacaciones y todo
lo que habían disfrutado, el uno al lado de la otra. En realidad, su desidia
iba directamente relacionada con la horrible despedida en la estación de
autobuses. Esperaba un romántico beso, un abrazo, planes para verse de nuevo…
Seguro que podrían proyectar unos días en la ciudad universitaria. Él podría
escaparse a verla, seguir disfrutando de la maravilla de amarse, de entregarse
en cuerpo y alma, como lo habían hecho esos días en su casa, en su cama…
Pero nada
fue como él lo esperaba. Las palabras de Luisa le helaron el corazón. Al
principio imaginó que ella estaba bromeando, a pesar de esa especie de ley no
escrita que dice que no se bromea con las cosas del amor, y mucho menos aún,
del desamor. Pero entonces, ella se mantuvo firme y seria; y él no pudo ocultar
su cara de tonto. Es normal: es la cara que se te queda cuando el amor de tu
vida te dice que todo ha terminado. Más aún cuando no hay una razón directa que
justifique semejantes palabras. Nada era lo que debía, pero era lo que estaba
sucediendo.
—¡Bueno, Mario! Mejor nos despedimos aquí. Lo
nuestro ha sido precioso, pero ambos sabemos que no tiene futuro. No me llames,
no me escribas, lo mejor es que todo termine y que guardemos un buen recuerdo.
—¿Eh? Perdona, cielo, pero no entiendo —pudo
articular cuando al fin recuperó el habla.
—No hay nada que entender, nada que hablar. Todo ha
terminado y debe ser así. No insistas porque lo tengo muy pensado. Ahora me
subiré al autobús y te ruego que te vayas a tu casa. Te envié un mail. Ábrelo y
piensa en ello. Es lo mejor.
—P-P-pe-pero…—pudo articular Mario, mientras
continuaba mirándola “como las vacas al tren”, pero Luisa no le dejó seguir
hablando.
—Te he dicho
que no insistas. No hay nada más que añadir. Adiós.
Y subió al autobús. Enseguida se cerraron las
puertas y el vehículo arrancó, llevándose con él todos los proyectos de Mario,
todas sus ilusiones y fantasías, el amor de su vida y hasta las ganas de vivir.
Al llegar a casa, abrió el mail y leyó el escueto
correo que su niña le había enviado. En él explicaba que lo suyo era imposible,
que no podrían seguir juntos porque ella tenía otros planes de futuro y él no
entraba en ellos. Nada de aquello encajaba con lo que habían vivido y
compartido durante aquella quincena. Aprovechando las últimas semanas de verano,
y que Mario estaría solo en casa, Luisa se había venido a pasarlas con él, en
su propio piso. Para ambos habían sido unos días de ensueño, una auténtica luna
de miel en la que se habían confesado amor, deseo, pasión y promesas de cariño
para siempre. Sí es cierto que siempre era él quien le confesaba su amor.
Generalmente las respuestas de Luisa iban más en la línea de “yo también a ti”.
A veces se limitaba a sonreír y poco más. Pero luego, al hacer el amor, su
entrega era tan intensa que a Mario se le borraban todos los fantasmas que
pudiera tener.
Y, de repente, casi sin venir a cuento, ella lo
echaba de su vida. Era horrible, nada de esto tenía sentido. Pero no se
quedaría tan tranquilo, no señor; pondría una solución: la llamaría y lo
hablarían. Marcó nervioso. Le costaba creer lo que estaba escuchando. “Vodafone
le informa que actualmente no existe ningún usuario con esa numeración”. ¿Se
habría equivocado? Imposible, había dado a marcación automática, de su propio
registro de llamadas. Volvió a pulsar para comprobar que la señorita decía lo
mismo. Bueno, no pasaba nada; se sabía el número de memoria. Pero la puñetera
vocecita repetía la odiosa frase una y otra vez. Entró a whatsapp y ya no había
foto en su perfil. Envió mensaje, pero no “se entregaba”.
Al día siguiente, Mario se negaba a rendirse: si la
telefonía no funcionaba, tenía otros modos: hangouts, Facebook, hasta el mismo
twitter o skype. Era impresionante: todas las cuentas cerradas. No había manera
de entregarle un mísero mensaje. Ni siquiera el mail, pues la cuenta había sido
cancelada.
Algún día más de desasosiego, cuando pensó otro
plan: ¡La residencia, claro! ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Llamaría a la
residencia, donde Luisa se quedaba, en Salamanca.
—Hola. Quería hablar con Luisa Cobo, por favor. El
curso pasado estaba en la habitación 235.
—Lo sentimos, señor. La señorita Cobo no estará este
curso en nuestra residencia. Parece ser que compartirá piso con algún amigo.
—¿Tienen un número de teléfono, mail o dirección,
donde pudiera encontrarla? —insistió Mario, derrotado.
—No, lo siento. El número que teníamos de ella, ha sido
eliminado recientemente y no tenemos el nuevo.
—Gracias… Adiós…
La moral de Mario estaba siendo sepultada bajo una
capa enorme de problemas, enterrando así sus últimas esperanzas. No entendía
nada; no podía creer, y mucho menos aceptar, que todo hubiera terminado de esa
manera.
Un par de días después, decidió quemar un último
cartucho. Llamó a casa de los padres de Luisa y se puso la hermana de ésta, Vicky.
Le dijo cosas horribles, como que él se había portado fatal con ella, que la
había dañado y abandonado, y que no querían saber nada más de él, nunca jamás.
Mario intentaba explicar que había sido justo al revés, y que desconocía las
razones de semejante decisión, pero Vicky no le permitió hablar.
Pero ¿qué coño había contado de él su niña? ¿Qué se
suponía que había sucedido? ¿Quién era en realidad la mujer con la que había
vivido durante dos semanas? Cada vez estaba más convencido de que no la
conocía, de que no tenía ni puta idea de quién era aquella chica.
Los días siguientes fueron un infierno. La vuelta a
la universidad, las puñeteras clases, los amigos preguntando cada día por su maravillosa
historia de amor… ¡Puta mierda! Sólo quería encerrarse en casa, en su cuarto,
mirar sus fotos, escuchar sus audios, recordar… Sus padres y hermana estaban
muy preocupados por él, pero a Mario no le importaba nada, ni nadie. Lo único
que le apetecía era estar solo, volver al pasado o… morirse…
Encerrado en su habitación, lloraba, rompía cosas,
se cabreaba, gritaba… Cuando compartía momentos con su familia, como las
comidas o cenas, nunca hablaba. Trataba mal a todo el mundo y nadie sabía qué hacer.
Él jamás había sido así, pero ahora todo era opuesto tan diferente a su vida
pasada que no le surgía sonreír, tratar bien a los demás o hacer cosas.
Aquel lunes por la tarde, Mario estaba en su
habitación, cuando llamó su madre a la puerta:
—Mario. Ésta es Susa. Te puede ayudar.
Y dejando allí a aquella desconocida, cerró la
puerta por fuera.
Quien no ha sentido alguna vez que en un instante todos sus sueños e ilusiones desaparecen. Sólo es necesario un segundo, una palabra, ..., para caer en las garras de la más profunda noche, donde la desesperación y la pena desgarran tu corazón ... Pero Susa, o ese ángel, enseñará que después de la noche viene el día, con su luz y su color ... sólo la paciencia, la esperanza y la ilusión son lo ingredientes para que la sonrisa vuelva a brillar en tu cara, en tu vida.
ResponderEliminarPrecioso, real, gracias una vez más Mary Ann ... quiero más!!!
Si todo va como quiero, tendrás más, cielo. Todos lo tendremos. Gracias a ti por SER y por ESTAR. Un besazo.
EliminarPrecioso Mary! Me parece un prólogo perfecto para un libro. Ya sabes.....
ResponderEliminarAhora estamos con el otro, cielo. Pero prometo no guardar éste en un cajón. Prometo desarrollarlo. Gracias por pasarte y comentar. Un besazo.
Eliminarme parece estar recordando algunas sensaciones de no hace mucho tiempo, supongo que todos hemos pasado alguna vez poralgo parecido.
ResponderEliminarEncantador principio para lo que preveo un buen relata, ánimo y sigue para deleitarnos con tu escritura. Gracias Mary Ann
Gracias por tus palabras, Antonio. Besos
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