Hace un par de semanas participé en la 9ª edición de "Te robo una frase", con el relato MISTERIOSO TESORO (Es el anterior que publiqué, de modo que aparece justo debajo de éste). La historia prometía continuar y, aunque la mayoría de las personas esperarían que siguiera en la habitación granate, que contenía el cofre, el libro y la frase misteriosa, he decidido continuar con lo que ocurrió en la habitación azul, que aunque es más previsible, va más con mi manera de escribir.
Deseo, como siempre, que disfrutéis de la lectura, al menos tanto como yo disfruté al escribirla. Por cierto, esta vez es breve, pero un pelín más intensa que otras veces.
LA HABITACIÓN AZUL - (MISTERIOSO TESORO II)
(Mary Ann Geeby)
Llegamos a la habitación,
abrazados, acariciándonos a cada escalón y ya no quise esperar más. Posé mis
labios sobre los tuyos. El uno contra la otra, fuerte, intenso… Encajaban como
guante y mano, como botón y ojal, como anillo y dedo… Mis manos ansiosas
buscaban tu cuerpo, las tuyas, mi sexo. Nos olimos, nos lamimos, nos queríamos
comer…
Te cogí en brazos y te tendí
sobre la cama con suavidad. Nuestro beso había sido ansioso, rudo incluso, apasionado.
Por el contrario, en aquel momento decidí quitarte la ropa con lentitud,
mientras acariciaba tu cuerpo. Cuando ya te tuve desnuda, mis labios
recorrieron, besando cada poro, cada pliegue, cada centímetro de tu piel.
Comenzando por tu sien, bajando por el pómulo, los oídos, el cuello… Me
entretuve allí, quería quedarme a vivir en tu precioso cuello…
Te oía suspirar, gemir, pedir
más. Querías besarme también. Deseabas lamerme, chuparme, morderme… Subí a la
cama, colocando mis rodillas a ambos lados de tu cabeza. Mi boca llegó a tus
pechos. Mis labios aprisionaron tus pezones y mi lengua los tocó levemente.
Dientes, labios, lengua, manos, dándose un banquete con las preciosas
terminaciones de tus tetas. Tan grandes, duros y rugosos, sin apenas areolas,
pero tan prominentes. Y seguía oyendo tus jadeos, queriendo más y más fuerte.
Mis manos llegaron a tu
entrepierna y mi pene rozó tus labios. Lo besaste, lo lamiste, lo chupaste. Tu
lengua se dirigió a mis testículos y tu mano comenzó a masturbarme. A la vez,
mi cabeza llegó hasta tu vientre y decidí lamer tu ombligo. Cuando llegué a tu
vulva, dejé escapar un gemido. Había olvidado las caricias de tus dientes en mi
bálano. Absolutamente fuera de mí comencé a comerte el coño. Separé con mis
dedos tus labios y lamí, mordí, soplé, chupé y besé todo aquel trozo de ti,
rosado y húmedo, que me llenaba con su sabor salado, con su olor a sexo y a
deseo, con su calor y su fuerza. Seguías gimiendo, mientras me hacías la mejor
mamada de mi vida.
Tus caderas se movían, tu sexo vibraba y comenzó a
manar, de modo que mi boca lo bebió todo. Mi lengua bajó hasta tu ano. Tu boca,
completamente llena con mi polla emitía gemidos que me excitaba escuchar. Mi
lengua se introdujo en tu vagina, mis manos asían tus nalgas y un dedo penetró
el oculto agujero que siempre me habías vetado. Esta vez escuché claramente
cómo me decías “¡Sí!”
Empezaste a sentir los inicios de tu orgasmo y tus
caderas se levantaron con fuerza. Esto provocó que mi lengua y mi dedo entraran
más en ti. Quería llenar todos tus huecos de mí. Pero también quería correrme
en ti. Y que tú me invadieras por completo. Quería que encajáramos, como
habíamos dicho al comenzar.
Tu boca seguía chupando,
lamiendo y mordiendo, mi pene y mis testículos. Tu dedo también buscó mi ano. Los
dos penetrados, los dos llenos, plenos del otro. Me corrí en tu boca, a la vez que tu coño explotó en la mía,
empapándome por completo. No dábamos a basto a tragar. Nos quedamos rendidos, rodé
a tu lado me volteé, abrazándote.
La habitación entera olía a sexo. Nuestras bocas
pringosas se fundieron de nuevo en un beso intenso, caliente las lenguas, acariciándose
lentamente. De nuevo quise penetrarte, pero esta vez con mi polla en tu coño,
desde detrás, como tú solías decir a modo de “cucharita”. Y nos dormimos así, yo
dentro de ti, abrazados, tocándonos enteras nuestras pieles. Y mi boca junto a
tu oído, susurrando:
—Te amo, princesa.
—Te amo, Pedro. —Respondiste— Mi caballero, mi cielo,
mi amor…
Ni una sola vez pensé en la habitación granate, ni en el cofre,
ni en el libro. Ni una sola vez… hasta la mañana siguiente.
Joder, me dejaste (en la primera parte) con ganas de "más" pero este más ha sido demasiado... cualquiera se pega una ducha fría ahora, con el frío que hace... y la opción del "solitario" no me satisface nada... (tendré que mojarme la nuca haber si se me pasa). Ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja
ResponderEliminarJajajajajajajajajajajajaj, ya sabía yo que no era ésta la 2ª parte que tú esperabas... Pero mil gracias por leerme. Gracias por tus comentarios. Ah! Y si quieres te puedo dar una opción... jajajajajaja, NO, déjalo. Mejor otro día...
EliminarBesos Frank
No, deja que tus opciones son peligrosas. Ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja
EliminarFASCINANTE, ARDIENTE COMO SIEMPRE MARY ANN HE QUEDADO ENCANTADA CON TAN CRUDO Y APASIONADO RELATO..
ResponderEliminarGracias Milba. Un placer que te haya encantado. Besos.
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