Esta es la VIII edición del juego TE ROBO UNA FRASE. Y me ha encantado escribirla. Me he sonreído, reído y hasta carcajeado de alegría. Y lo he dejado donde me pedía el cuerpo. Aunque yo sé lo que ocurrió después, aún no lo he escrito. He disfrutando hasta haciendo las fotos.
Deseo, como siempre que os guste. Besos.
TU CONFIDENTE
Sonó el teléfono y lo atendí
antes del segundo timbrazo. Era él, ya lo sabía.
—Dime Nel –respondí.
—Necesito quedar. Necesito hablarte,
cariño.
—¿Nos vemos en el Starbucks? Creo
que necesitaré “droga dura” para oír lo que me vas a contar.
Manuel, yo siempre lo llamaba Nel,
era mi amigo. Mi mejor amigo, en realidad. O quizá sea más exacto decir que yo
era su mejor amiga. Él era para mí, no nos engañemos, el auténtico amor de mi
vida. Pero habíamos llegado a ese punto de nuestra amistad en el que yo era su
confidente. Y no hay nada más horrible para una mujer que el hombre a quien ama
la tome por fiel amiga. Porque ¿sabes lo que pasa cuando ese hombre tiene otro
amor? ¿Cuándo está feliz con otra persona? ¿O cuando tiene males de amor? Pues
que se lo cuenta a su persona especial. Y una no puede aconsejar algo así como “deja
de una vez a esa gilipollas y ven a mí, que quiero perderme en tus brazos y
hacerte el amor hasta que olvides que alguna vez existió”. No puede hacerlo,
no. Si somos serios, no debería ni siquiera pensarlo. Pero es que Nel me habla,
me mira o besa mi sien y cierro los ojos, me olvido del mundo, del tiempo y el
espacio, me olvido de que tengo nombre, familia o trabajo, me olvido de que no
es mío y de que quizá nunca lo será.
—¿Qué ha ocurrido esta vez,
cielo? –le pregunté.
—Pues verás, te cuento –comenzó.
Y siguió contándome la enésima gilipollez de esa perrita pequinesa con la que
vivía desde hacía un par de años.
Desde que se fueron a vivir juntos,
ella se había operado los pechos, algo se hizo en los labios, no sé qué más en
el cuello y creo que algo en la tripa y en los muslos. No sé, porque apenas le
escuchaba cuando me contaba todo eso. En una ocasión le insinué que si seguía
operándose, en poco tiempo ya no sería ni la sombra de lo que había sido cuando
comenzaron. Nunca entendí qué coño hacía con ella. No existía tía más
materialista y superficial que Melissa. Pero él estaba enamorado. ¿Enamorado o
encoñado? Bueno, siempre había considerado a Nel un tío inteligente, pero es
que no me lo podía explicar. A veces sospechaba que ella debía ser una fiera en
la cama. Si no, ¿qué otra razón podría haber para que el tipo más maravilloso
del mundo estuviera a su lado de ese modo tan incondicional?
La “enésima” razón de su disgusto
se debía a que ella había esperado un regalo por San Valentín. Él había
decidido no hacerle un regalo material ese día, pero eso, para Melissa era inconcebible.
Nel le dijo que la quería tanto que pasaría todo el día con ella, haciendo
cosas juntos, disfrutando el uno de la otra y viceversa, sin nadie ni nada que
les distrajera en un día tan especial. Porque aunque él opinaba que “el día de
los enamorados es todos los días”, ella estaba más por la labor de entrar en
ese bucle que crearon los centros comerciales. Y sobre todo si “el objeto de su
amor” brillaba en su dedo o lucía en otra parte de su cuerpo perfecto.
Melissa había escuchado todos sus
argumentos y le había explicado su punto de vista. Ella le quería tanto que
quería ser perfecta sólo para él. “Pero…” No, era mejor que no la
interrumpiera. Ella había cambiado tanto por él…
—Pero es que yo no quería que
cambiaras nada, Melissa. Me gustaba cómo eras cuando me enamoré de ti. –insistía
Nel.
Ella nunca lo vería así. ¡Desagradecido!
Ella daba tanto y él tan poco…
—¿Por qué no lo veo, Ana? ¿Por qué
sigo pensando que ella ya no me quiere, que nunca me quiso en realidad? ¿Por
qué ya no siento mi cuerpo desfallecer cuando la tengo delante, no se me seca
la boca cuando la veo desnuda? ¿Por qué ya no la deseo? ¿Será verdad que ya no
la amo? –me preguntó llorando.
Decidimos ir a su casa del
pueblo. Allí podríamos charlar más tranquilos. Tenía un txoko en el sótano, “El
rincón de Nel”, lo habíamos bautizado cuando lo preparamos. Recuerdo que yo le
ayudé a decorarlo y hasta le regalé el azulejo en el que estaba escrito el
nombre. Ese sofá… era perfecto. ¡Cuántas películas románticas y de acción!
¡Cuántas partidas de trivial y otros juegos de mesa! ¡Cuántas confidencias y
momentos románticos…! Hasta que me habló de ella. Yo siempre creí que era
importante para él, pero ella llegó a su vida y quedé relegada al maravilloso
papel de “mejor amiga y confidente”. ¡Una auténtica mierda! Yo quería dejarlo,
no seguir con este momento de confidencias y apoyo incondicional. Estaba hasta
el moño de ocupar un rol que no había elegido. De hecho, era demasiado
doloroso. Pero no tuve narices de cortarlo. No lo hice cuando comenzó a doler y
no lo iba a hacer ahora.
Al llegar a la casa, aparcó en el
garaje y entramos en silencio. Cuando llegamos a la planta baja me dije
que era el momento de intentar escaparme. En el sótano sería demasiado tarde. Pero
no lo hice. Yo ya sabía que era una cobarde y una débil. Prefería morir de
sufrimiento que dejar sin apoyo a la persona más importante de mi vida.
Llegamos abajo y él encendió la
chimenea. Saqué algo para picar y un par de cervezas. Siempre bebíamos cerveza cuando
estábamos en aquel lugar. Al poner la mesa, estiré la manta que reposaba en el
sofá y recordé… la única vez en que se dejó llevar y yo creí… Aquella vez, él
me abrazó, y me vio. Me vio por dentro y sé que supo lo que yo sentía. Pero él
me engañó. O quizá fui yo sola quien se engañó. Lo que yo vi, parecía amor,
pasión y deseo. De hecho, cerré mis ojos y abrí ligeramente mis labios. Y entonces
ocurrió. Me besó. El momento más feliz de mi vida, el beso más apasionado que
jamás había recibido, el contacto más real… Pero no pasó de ahí. Él pidió
perdón por haberlo hecho. ¡Perdón! Yo quería que me pidiera que le entregara mi
cuerpo y mi vida y él me había pedido perdón.
—Esto ya está. ¿Ana? –vino hacia
mí. Me había quedado abrazada a la manta, al recuerdo… No me había dado cuenta
de que los sentimientos me habían atrapado de nuevo. No había sido buena idea
venir aquí. No lo había sido -. Hey, deja eso, vamos, sentémonos y bebamos
cerveza –dijo sujetándome de la cintura. No debía haber hecho eso, no. No debió
hacerlo.
Cada mes propondremos una frase, bien de un libro, bien original. Todos aquellos que quieran participar pueden hacerlo, la única regla es que la frase tiene que estar incluída en el texto. La longitud y la temática serán libres.Los textos los publicaremos todos el mismo día, el tercer lunes de cada mes. Ese mismo día se propondrá la frase para el siguiente juego.Sed libres de proponer frases para futuras ediciones en los comentarios de Jukeblog, añadiendo si la frase es original o robada. De ser así, por favor, incluid el autor y la obra de la que se ha sacado.
1. | Jukeblog | 4. | Mary Ann | 7. | El Volar del Colibrí | |
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