Hace unos meses participé en un concurso de pinchos. De hecho, algunas de las cosas del presente relato son absolutamente reales. Y otras... Bueno, evidentemente otras no.
A las personas que se quejaron del final de mi último relato, espero que queden satisfechas por María. Ella lo está!!! jajajaja
Como siempre, deseo que disfrutéis leyéndolo tanto como yo he disfrutado escribiéndolo.
Besos.
Llegó el
invierno y, como todos los años, Laura nos convocó al concurso de pinchos. Mi
prima Laura y sus hermanas habían comenzado esta tradición hacía ya 5 años. Nos
presentábamos todos los primos y sus parejas con un pincho salado o dulce, y
participábamos en el concurso. Al final del mismo, votábamos nuestros
preferidos en cada categoría y se entregaba un premio a cada ganador.
Santi había
ganado el concurso el año anterior, en la categoría de salado y aunque ese año
no teníamos muchas ganas de participar, lo hicimos de todos modos. No íbamos a
ganar, pero presentamos un pincho de salmón y queso de cabra que a mí me
encantaba.
Nos levantamos
temprano para prepararlos y los colocamos en las bandejas. Después nos fuimos a
vestir. Yo había decidido llevar mi vestido negro, con las medias sin liguero y
los zapatos de tacón negros. Ese día estrenaba el conjunto de lencería gris que
mi chico me había regalado por nuestro aniversario. Él llevaba el traje gris y
la camisa negra que tanto me gustaba. Al terminar de vestirme, fui al baño para
maquillarme, peinarme y ponerme perfume. Entonces apareció en la puerta del
baño con algo en la mano. Sonreía mientras movías su muñeca y yo te miré
desorientada.
— ¿Qué? —le
pregunté.
—Vas a ponerte
esto. —Era una orden, por supuesto.
Al acercarme
pude comprobar que era nuestra última adquisición para el cajón de los
juguetes: el huevo vibrador con mando a distancia.
—A ver, Santi.
No puedo ponerme eso para ir al concurso de pinchos. —le dije.
—Es evidente que
puedes y está claro que lo vas a llevar. —me respondió sin dejar de sonreír.
—Pero… —comencé
a discrepar.
—No te molestes,
María. Lo vas a llevar porque te lo digo yo. De hecho yo tengo “el mando”
¿recuerdas? —me interrumpió, haciendo referencia a la conversación que tuvimos
cuando me lo regaló.
Santi “nos
regaló” el juguete por nuestro aniversario, dejando claro en todo momento que
el huevo lo llevaría yo puesto cuando él me lo pidiera y que el mando a
distancia siempre lo tendría él. Saber que él mandaba, que decidía… siempre me
había puesto a cien. Santi nunca me pedía algo que no pudiera hacer. Su
carácter tan controlador y mandón me tenía loca: por un lado me excitaba hasta
la locura, me gustaba que me dominara, que llevara el control… Por otro, era
tan celoso y posesivo que a veces me agobiaba.
Finalmente me
puse el juguete y salimos hacia la casa de Laura. Al momento de llegar
coincidimos con mi hermana Vane, que participaría en “dulces”. Colocamos los
pinchos en la mesa y nos apuntamos. Gabriel me recordó que nos tocaba presentar
los platos y anotar las votaciones, por haber ganado el año anterior. Yo miré a
Santi y él sonrió. Metió la mano en el bolsillo, activando el vibrador y dijo:
—¡Fantástico!
María lo hará fenomenal. ¿Verdad, cariño?
—Por supuesto
lindo. Me encantará hacerlo. —respondí sonriendo.
Me acerqué a
Vane y noté enseguida que la vibración se paraba.
—¿Qué tomamos,
preciosa? —le pregunté.
—Yo voy a tomar
cocacola. ¿Tú cervecita? —me dijo ella.
—Claro.
Y nos fuimos a
sentar: juntas, claro. Santi se sentó al otro lado.
Laura comenzó
hablando, dando la bienvenida a todos. Algunos no nos veíamos desde el verano.
Recordó los ganadores del año pasado y explicó que seríamos nosotros quienes
presentáramos los pinchos a concurso, así como las votaciones. Julia había
ganado en dulce, de modo que decidimos que yo presentaría los platos y ella los
acercaría a las mesas para servirlos. Durante las votaciones, yo leería los
votos y ella anotaría.
Me extrañó que
en todo este tiempo Santi no hubiera pulsado al mando del vibrador. De hecho,
cada vez que lo miraba, él me sonreía y se disponía a hablar con alguien.
Íbamos por el
tercer pincho, cuando me levanté para poder leerlo en voz alta. Era uno de esos
que miden más las palabras que forman su nombre que el pincho en sí. Al
acercarme al cartel, Santi pulsó el botón de encendido y se puso a hablar con
mi cuñado. Lo miré, pero estaba dándome la espalda.
—Silencio, por
favor —pedí mirándolo a él—. Voy a presentar el tercer pincho.
—Tienes razón,
perdón. —Me dijo aumentando la velocidad de vibración.
—“Delicia de
hojaldre de Cantabria, rellena de quesuco de nata lebaniego, bañada en compota
de manzanas Reineta” —Mi tono de voz se elevó en varios momentos, la
respiración se agitó y, al regresar a mi silla, tuve que agarrarme al respaldo.
Santi alargó su
mano para sujetar la mía y ayudándome a sentarme, exclamó:
—Cuidado,
princesa, no tropieces. ¿Te ayudo?
—Gracias Santi. Eres
un amor, lo sabes. —le respondí sonriendo.
Me senté de
nuevo para saborear el pincho y la vibración se paró de nuevo. Yo estaba
completamente empapada y me disculpé:
—Lo siento.
Tengo que ir al servicio.
Inmediatamente
Santi se me acerco y me advirtió en un susurro, al oído:
—Ni se te ocurra
quitártelo ¿eh? —Y dándome un húmedo beso en el cuello volvió a sentarse.
Así que fui al
servicio, pero no pude quitármelo. Me limpié un poquito, como buenamente pude,
y volví a la mesa.
Para presentar
el cuarto pincho Santi me dio tregua. Todo discurrió con cierta normalidad, sin
contar con la tensión que me producía la incertidumbre. A estas alturas de la
comida Vanesa estaba más que mosqueada con nosotros, intentando leer en
nuestras miradas o ver la doble intención en cada comentario. Hubo algo que
dijo que me hizo pensar que quizá ella supiera… ¡Pero no! ¿Cómo iba ella a
saber…? ¡Era imposible! Pero entonces, ¿a qué venía esa pregunta?
—¿No había
ningún pincho que tuviera huevo, no? —nos miró y se echó a reír.
En otro momento
de la comida sentí que se oía la vibración, que se notaba… Se lo comenté a
Santi, pero me dijo que no, que sería una sensación mía porque que no se oía nada.
Pero Vane me miraba sonriendo sin decir nada.
Comenzamos con
los platos dulces y todo iba bien. Santi esperó a que tuviera que presentar el
último plato, el que tenía el nombre más largo, para encender el juguete:
—Vamos ahora con
``Flor seca de crema de queso, con pétalos de manzana cristalizada, pistilo de
pistachos y sabia de arándanos´´”. —recité del tirón.
De nuevo el tono
de mi voz varió al leerlo. También el volumen, claro. Mis piernas temblaron y
tuve que sujetarme para volver a mi asiento. Santi se reía mientras mantenía su
mano en el bolsillo para cambiar la velocidad de la vibración. Vane me ayudó a
sentarme y, acercándose a nosotros dijo:
—Tiene huevos la
cosa, ¿eh? —Y se carcajeó delante de todos.
—Lo sabía —les
dije—. Sabía que se enterarían.
—No te
preocupes, rubita —me explicó ella—. Nadie se va a dar cuenta. Lo que ocurre es
que a mí me contaste el martes lo del regalo, pero los demás no lo saben. Yo os
he estado observando, he atado cabos y ¡Bingo!
La comida siguió
y comenzó la votación. Santi siguió abusando de las vibraciones cuando yo tenía
que levantarme y hablar delante de todos. Me daba descanso cuando me sentaba.
Terminó el concurso propiamente dicho con la victoria de Laura en dulce y
Vanesa en salado. Aplausos y entrega de premios y servimos los cafés y las
copas. Entonces Santi se me acercó y me dijo muy serio:
—Acompáñame al
servicio. ¡Ahora!
—Pero Santi…
¿Los dos al servicio? —le pregunté.
—¡Ahora!
Y se levantó,
sujetándome de la mano. Yo le seguí: más bien me llevaba arrastras. Se dirigió
al baño de la planta superior. Imaginé que para que nadie nos viera ni nos
escuchara.
Al llegar al
servicio me hizo pasar delante, entró él y cerró la puerta. Me colocó apoyada
en la pared y se arrodilló delante de mí. Metió sus manos bajo la falda de mi
vestido, deslizándolas despacio por mis medias, hacia arriba, hasta llegar al
encaje superior. Allí se paseó por la puntilla de las mismas, a la vez que
subía la intensidad de la vibración. Siguió por la parte superior de mis muslos
hasta llegar a mis braguitas. Coló un dedo para tocar mis labios vaginales y
puso la intensidad al máximo.
Yo había
comenzado ahogando mis suspiros, cerrando fuerte los ojos y acercando el dorso
de mi mano a la boca, para sujetar los jadeos. Pero al llegar a la intensidad
alta ya no tenía ganas de controlar mis gemidos. Creí que Santi me bajaría la
braguita, pero no. La separó con cuidado y acercó su boca. Abrió mis labios con
sus dedos y coló su lengua, lamiendo mi clítoris. Poco a poco la dirigió de
adelante hacia atrás, y vuelta hacia adelante. Yo gemía:
—Por favor… por
favor…
—Chsssss —Fue
toda su respuesta y siguió lamiéndome.
En ese momento
sí me bajó las bragas, me ayudó a sacármelas y se las metió en el otro
bolsillo: en uno el mando, en el otro mis braguitas. Y por fin acercó su dedo a
la argolla de plástico y sacó el huevo vibrador. Yo estaba a punto del orgasmo,
por lo que él metió dos dedos, sin dejar de lamer mi clítoris. Sus movimientos
eran frenéticos, al igual que mis gemidos:
—Sí, amor, así,
más, más fuerte, así, me gusta….
Y me corrí
contra su mano y su boca. Santi entonces me dio la vuelta, se abrió el pantalón
y se llevó su enorme erección hasta la entrada de mi coño.
—¿Quieres esto,
María? ¿Lo quieres? ¡Pídemelo, anda! —me susurró en mi oído.
—Sí, Santi.
Quiero que me folles. Quiero tu polla en mi coño. ¡La quiero ya!
Y se introdujo
en mi interior de un solo movimiento. Aún no me había repuesto del orgasmo, por
lo que sin darme cuenta ya estaba lista otra vez. Nos veíamos en el espejo: él
sabía que me encantaba esa postura y ese lugar.
Entonces desató
la cremallera de mi vestido y deslizó los tirantes por mis hombros. A
continuación, el sujetador. Ahora tenía libre el acceso a mis pechos. Cogiendo
mis pezones con sus manos los pellizcaba y frotaba, haciéndome llegar a un
estado de excitación máxima. Siguió follándome fuerte, cuando comprendí que mi
orgasmo era inminente le avisé:
—Santi, me voy a
correr.
—Claro, linda,
cuando yo te lo diga. —me respondió.
—Pero es que no
puedo esperar. —insistí.
—Claro que
puedes y lo harás —me ordenó—. Espera… Un poco más… —me embistió de nuevo tres
veces más y entonces dijo—. Ahora, conmigo, María. Dámelo.
Y nos corrimos
juntos. No me importaba gritar, pues no podrían oírnos desde abajo.
Después de
descansar unos segundos Santi salió de mi interior y nos aseamos un poco.
—¿Me devuelves
mis bragas, cielo? —le dije, melosa.
—No, cielo —me respondió igual de dulce—. Son
mías y no te las voy a dar.
Se abrochó el
pantalón y salió del baño. No podía creérmelo. Ni siquiera me esperó. Bajé la
escalera y entré en el comedor. Vane me preguntó:
—¿Todo bien,
rubita?
—Todo bien,
pelirrojita. Pero no llevo bragas.
Nos echamos a
reír a carcajadas. Había sido una comida fantástica en todos los sentidos.
Después de un par de horas de charla decidimos volver a casa. Al entrar en el
coche, Santi me dijo:
—¿Qué tal la
comida, cariño? ¿Te ha gustado?
—Me ha
encantado, cielo. Pero ¿sabes? Demasiado huevo. Creo que cenaré algo de carne…
Ambos nos reímos
a gusto. La promesa de la cena nos encendió de nuevo. Siempre estaríamos
dispuestos a nuevas experiencias, juguetes y situaciones.
Tu si que sabes relatar historias eróticas, madre mía..... a por otra.
ResponderEliminarBueno, Sandra!! Muchas gracias por leerme!! Otra para dentro de unos días, vale?? Besitos linda!
EliminarMuy buen relato mary ann me gusta leer mucho erotismo y morbosidad y luego practicarla tengo algunos relatos propios de mis experiencias me gustaria compartirlas pero bueno no viene al caso felicidades muy buen relato y sandra grax x compartirlo
ResponderEliminarGracias Crazydanny. Podemos hablar por face si quieres. Me encantaría leer tus relatos. Algunos de los míos también están basados en experiencias propias y, desde luego, todos en mis fantasías. Gracias por leerme y por comentarme. Un beso.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarNo habia visto tu comentario hee Claro yo t contacto n fb y t comparto algunos
EliminarMe ha gustado, MA. A ver qué se te ocurre para el próximo. Un beso.
ResponderEliminarGracias LR!!! JAJAJAJA Para el róximo estoy pensando en.... No, mejor esperas a leerlo!!! Gracias por leerme y por comentarme!! Un beso.
EliminarMmmm un relato muy jugueton y lleno de morbo ;-)
ResponderEliminarMe ha encantado!! Besoss
Lo celebro, Veronik.
EliminarBesos.
Oleeee y Oleeee, maravilloso relato
ResponderEliminarMe encanta que te haya gustado Begoña.
EliminarBesos.
Un relato muy divertido, solo de imaginar la cara de María cada vez que sentía "el huevo" ya te partes de la risa. Por lo demás, lo siento pero sigo sin entender esa satisfacción por que alguien te mande y domine, vamos que a mi no me excita nada ni dominando ni siendo dominado.
ResponderEliminarBueno, tiene su gracia, seguro. Yo creo que no es divertido, sino excitante. Pero cada uno lo vive a su manera, por supuesto. Ah, el tema de la dominación o sumisión, es diferente. No va mucho conmigo, la verdad...
EliminarBesos Frank