Abro la ventana y lo veo. Primerísimo plano que me obliga a
fijarme en cada detalle.
Me mira con su enorme ojo, tan fijo, retándome a hacer algo.
Aunque sólo pueda observar, comienzo a desear al instante. Toda la superficie se
halla seca, lo cual me sorprende. Acostumbrada a verlo húmedo y brillante, me
resulta extraño comprobar su belleza mate. Deleitarme en cada arruga de la
piel, en cada surco y poro.
Las arrugas de la corona muestran que no estaba en su
momento de máximo tamaño, pero esto sólo me hace desear paladearlo. Uno de los
mayores placeres del mundo es notar cómo crece al contacto de mi lengua. Poder
masticarlo sin presión, sin dolor, sólo deseo.
Muy provocativa la imagen, en primerísimo plano. Apenas queda
espacio alrededor, aunque vagamente se puede observar una zona oscura al fondo
y un cordón blanco, que pide ser desatado. Y mis dedos queriendo enredarse entre
el vello que se encuentra en la base. Deseando acariciar y agarrar.
Y entonces siento en la palma su ausencia. Necesidad de sujetarla
firmemente, de llenar mi mano con ella. Pero es sólo una imagen. Y las
imágenes, no se pueden apresar.
Que maravilla y a la vez que triste el deseo lejano
ResponderEliminarMuchas gracias, Anabel. Un beso gigante.
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