lunes, 16 de febrero de 2015

TU CONFIDENTE

Hola:
Esta es la VIII edición del juego TE ROBO UNA FRASE. Y me ha encantado escribirla. Me he sonreído, reído y hasta carcajeado de alegría. Y lo he dejado donde me pedía el cuerpo. Aunque yo sé lo que ocurrió después, aún no lo he escrito. He disfrutando hasta haciendo las fotos.
Deseo, como siempre que os guste. Besos.

TU CONFIDENTE
Sonó el teléfono y lo atendí antes del segundo timbrazo. Era él, ya lo sabía.
—Dime Nel –respondí.
—Necesito quedar. Necesito hablarte, cariño.
—¿Nos vemos en el Starbucks? Creo que necesitaré “droga dura” para oír lo que me vas a contar.
Manuel, yo siempre lo llamaba Nel, era mi amigo. Mi mejor amigo, en realidad. O quizá sea más exacto decir que yo era su mejor amiga. Él era para mí, no nos engañemos, el auténtico amor de mi vida. Pero habíamos llegado a ese punto de nuestra amistad en el que yo era su confidente. Y no hay nada más horrible para una mujer que el hombre a quien ama la tome por fiel amiga. Porque ¿sabes lo que pasa cuando ese hombre tiene otro amor? ¿Cuándo está feliz con otra persona? ¿O cuando tiene males de amor? Pues que se lo cuenta a su persona especial. Y una no puede aconsejar algo así como “deja de una vez a esa gilipollas y ven a mí, que quiero perderme en tus brazos y hacerte el amor hasta que olvides que alguna vez existió”. No puede hacerlo, no. Si somos serios, no debería ni siquiera pensarlo. Pero es que Nel me habla, me mira o besa mi sien y cierro los ojos, me olvido del mundo, del tiempo y el espacio, me olvido de que tengo nombre, familia o trabajo, me olvido de que no es mío y de que quizá nunca lo será.
—¿Qué ha ocurrido esta vez, cielo? –le pregunté.
—Pues verás, te cuento –comenzó. Y siguió contándome la enésima gilipollez de esa perrita pequinesa con la que vivía desde hacía un par de años.
Desde que se fueron a vivir juntos, ella se había operado los pechos, algo se hizo en los labios, no sé qué más en el cuello y creo que algo en la tripa y en los muslos. No sé, porque apenas le escuchaba cuando me contaba todo eso. En una ocasión le insinué que si seguía operándose, en poco tiempo ya no sería ni la sombra de lo que había sido cuando comenzaron. Nunca entendí qué coño hacía con ella. No existía tía más materialista y superficial que Melissa. Pero él estaba enamorado. ¿Enamorado o encoñado? Bueno, siempre había considerado a Nel un tío inteligente, pero es que no me lo podía explicar. A veces sospechaba que ella debía ser una fiera en la cama. Si no, ¿qué otra razón podría haber para que el tipo más maravilloso del mundo estuviera a su lado de ese modo tan incondicional?
La “enésima” razón de su disgusto se debía a que ella había esperado un regalo por San Valentín. Él había decidido no hacerle un regalo material ese día, pero eso, para Melissa era inconcebible. Nel le dijo que la quería tanto que pasaría todo el día con ella, haciendo cosas juntos, disfrutando el uno de la otra y viceversa, sin nadie ni nada que les distrajera en un día tan especial. Porque aunque él opinaba que “el día de los enamorados es todos los días”, ella estaba más por la labor de entrar en ese bucle que crearon los centros comerciales. Y sobre todo si “el objeto de su amor” brillaba en su dedo o lucía en otra parte de su cuerpo perfecto.
Melissa había escuchado todos sus argumentos y le había explicado su punto de vista. Ella le quería tanto que quería ser perfecta sólo para él. “Pero…” No, era mejor que no la interrumpiera. Ella había cambiado tanto por él…
—Pero es que yo no quería que cambiaras nada, Melissa. Me gustaba cómo eras cuando me enamoré de ti. –insistía Nel.
Ella nunca lo vería así. ¡Desagradecido! Ella daba tanto y él tan poco…
—¿Por qué no lo veo, Ana? ¿Por qué sigo pensando que ella ya no me quiere, que nunca me quiso en realidad? ¿Por qué ya no siento mi cuerpo desfallecer cuando la tengo delante, no se me seca la boca cuando la veo desnuda? ¿Por qué ya no la deseo? ¿Será verdad que ya no la amo? –me preguntó llorando.
Decidimos ir a su casa del pueblo. Allí podríamos charlar más tranquilos. Tenía un txoko en el sótano, “El rincón de Nel”, lo habíamos bautizado cuando lo preparamos. Recuerdo que yo le ayudé a decorarlo y hasta le regalé el azulejo en el que estaba escrito el nombre. Ese sofá… era perfecto. ¡Cuántas películas románticas y de acción! ¡Cuántas partidas de trivial y otros juegos de mesa! ¡Cuántas confidencias y momentos románticos…! Hasta que me habló de ella. Yo siempre creí que era importante para él, pero ella llegó a su vida y quedé relegada al maravilloso papel de “mejor amiga y confidente”. ¡Una auténtica mierda! Yo quería dejarlo, no seguir con este momento de confidencias y apoyo incondicional. Estaba hasta el moño de ocupar un rol que no había elegido. De hecho, era demasiado doloroso. Pero no tuve narices de cortarlo. No lo hice cuando comenzó a doler y no lo iba a hacer ahora.
Al llegar a la casa, aparcó en el garaje y entramos en silencio. Cuando llegamos a la planta baja me dije que era el momento de intentar escaparme. En el sótano sería demasiado tarde. Pero no lo hice. Yo ya sabía que era una cobarde y una débil. Prefería morir de sufrimiento que dejar sin apoyo a la persona más importante de mi vida.
Llegamos abajo y él encendió la chimenea. Saqué algo para picar y un par de cervezas. Siempre bebíamos cerveza cuando estábamos en aquel lugar. Al poner la mesa, estiré la manta que reposaba en el sofá y recordé… la única vez en que se dejó llevar y yo creí… Aquella vez, él me abrazó, y me vio. Me vio por dentro y sé que supo lo que yo sentía. Pero él me engañó. O quizá fui yo sola quien se engañó. Lo que yo vi, parecía amor, pasión y deseo. De hecho, cerré mis ojos y abrí ligeramente mis labios. Y entonces ocurrió. Me besó. El momento más feliz de mi vida, el beso más apasionado que jamás había recibido, el contacto más real… Pero no pasó de ahí. Él pidió perdón por haberlo hecho. ¡Perdón! Yo quería que me pidiera que le entregara mi cuerpo y mi vida y él me había pedido perdón.
—Esto ya está. ¿Ana? –vino hacia mí. Me había quedado abrazada a la manta, al recuerdo… No me había dado cuenta de que los sentimientos me habían atrapado de nuevo. No había sido buena idea venir aquí. No lo había sido -. Hey, deja eso, vamos, sentémonos y bebamos cerveza –dijo sujetándome de la cintura. No debía haber hecho eso, no. No debió hacerlo.


miércoles, 11 de febrero de 2015

REALIDAD

Hola:
He escrito este relato para participar en el CONCURSO 14 DE FEBRERO DE 2015, promovido por la página de David Gandy. Debíamos inspirarnos en estas dos imágenes. Deseo, como siempre, que lo disfrutéis.
REALIDAD
Andrea llegó a casa y conectó el ordenador. Abrió el skype y efectuó la llamada. Félix llevaba casi tres cuartos de hora esperando.
-          Hola, mi amor, perdona que me haya retrasado. Llovía y no encontraba el paraguas. Además, hoy mismo fui a la peluquería, de modo que no quería estropearme el peinado. ¿Me echaste de menos?
Andrea hablaba deprisa. Félix estaba serio.
-          ¿Te refieres a la media hora de hoy o a la negativa que me haces día tras día cuando te pido que nos veamos? – respondió mosqueado.
-          Anda, anda… No te muestres tan huraño, que no te pega nada. Yo también tenía muchas ganas de verte, la verdad. – y acercando la mano a la pantalla, “lo acarició”.
Félix adelantó su cuerpo, colocó su boca muy próxima a la cámara y susurró con voz muy grave:
-          El día que por fin accedas, me tendrás tan cerca que sentirás mi respiración en tu cuello.....
Andrea se acercó también e igualmente susurró a su amor:
-          Mmmm… Te he extrañado tanto... Te quiero.
-          Por fin podré sentir tu piel junto a la mía. – respondió él al momento. – Acariciarnos, besarnos – añadió.
-          Saborearnos… - continuó ella.
-          Mi amor, tengo tantas ganas de ti. – suplicó Félix.
Ambos cerraron un momento los ojos, dejándose llevar por su deseo. Finalmente Andrea habló:
-          Mañana sábado, a las diez y media en el Amarras. ¿Sabes dónde está?
-          Claro, cielo. Sacaré el billete ahora mismo. Mañana estaré en Santander. – Respondió nervioso Félix. - ¿Pero cómo es posible? No puedo creer que por fin vayamos a vernos ¿De verdad?
-          Sí, Félix. Tengo tantas ganas o más que tú. Mañana estaremos juntos. Mañana sabrás al fin a qué sabe mi boca. – sonrió ella.
Siempre bromeaban con esto. Él siempre le preguntaba:
-          ¿A qué sabe tu boca, cielo?
Y ella respondía:
-          A fresas y a deseo.
Siguieron sus miradas, sus besos y caricias a la fría pantalla, con la sonrisa que les proporcionaba la esperanza de verse al día siguiente. Cuando al fin colgaron, Félix se apresuró a sacar el billete de tren que le llevaría a Santander, la ciudad de su preciosa Andrea. No podía creerlo. Se habían conocido en una red social, apenas unos meses antes.
Hablaban casi todos los días por skype, pero Andrea no accedía a verse. Al final, decidió que era más importante lo que sentía ahora, el presente, que preocuparse por un futuro que nunca sabemos lo que nos deparará. Ni siquiera cuando tenemos una pareja estable durante años… De eso ella sabía mucho. Pero ya no dolía. Ya era pasado.
Félix cogió el tren de las tres de la tarde. Le había sido imposible encontrar billete antes. Tenía tiempo suficiente para llegar al Amarras, la discoteca del hotel Salvatierra. Había reservado habitación en el mismo hotel, de modo que no tenía de qué preocuparse. Al llegar a la estación, mandó un mensaje a su chica, que le respondió al momento. Luego fue en taxi hasta el hotel, se registró en la habitación y bajó a cenar. Le quedaban sólo unos minutos para encontrarse con Andrea.
Andrea por su parte pasó la mañana de compras y por la tarde quedó con sus hermanas. Volvió a casa a cenar, maquillarse un poco y vestirse para la cita. Decidió ponerse su vestido nuevo, de encaje rojo. Como complemento perfecto, llevaba medias sin liguero, sus zapatos de tacón negros y el conjunto interior negro también. Encima se puso el abrigo rojo.
Llegó a la discoteca a las once menos veinticinco. Siempre tarde, para hacer honor a su impuntualidad manifiesta. Al fondo de las mesas, en los sillones de la derecha, lo vio. En cuanto la vio, se puso de pie, la sonrió y adelantó su mano. Ella le cogió la suya y se acercó para saludarle con un beso en la mejilla. Félix la miró con extrañeza, colocó una mano en el cuello de ella y le comió la boca. Su dulce boca, que sabía a fresas y a deseo.
Se sentaron a tomar una copa. Mojito para ella, whisky para él. Siempre habían hablado de ello. Lo que pasaría, lo que tomarían, lo que hablarían,… pero sorprendentemente, Félix estaba feliz e ilusionado por todo esto. Ella, en cambio, parecía tan fría, tan perfecta,… Félix le propuso bailar, pero ella le respondió que estaba cansada.
-          ¿Prefieres subir a la habitación, cariño?
-          Lo que quieras, Félix. – respondió ella.
-          ¿Qué te ocurre, Andrea? ¿No estás feliz de que al fin estemos juntos? – preguntó él preocupado.
-          No es eso. Es sólo que estoy cansada. Anda, vamos.
Ambos se levantaron y se dirigieron al vestíbulo del hotel. Al llegar al ascensor, ella le miraba sonriendo. Sin embargo la mirada de su hombre era seria, dura incluso. El ascensor llegó y se abrió la puerta. Félix empujó a Andrea a su interior, la placó contra una de las paredes y le sujetó las manos. Acercó mucho su boca a la de ella y la amenazó:
-          No vuelvas a hacerme esperar tanto o moriré.
Y atrapando su boca, la devoró. El ascensor llegó a la tercera planta. Félix la agarró de la mano y la condujo casi a rastras por el pasillo. Andrea, lejos de estar enfadada por este ataque de posesión, sonreía todo el tiempo, dejándose llevar por él, mientras tiraba de su ligera maleta. Al llegar a la habitación, la ansiosa mano de Félix sacó la llave de su bolsillo y abrió la puerta. Se acercaron hasta el sofá, donde Andrea arrinconó la maleta y posó el bolso.
-          Ven, Andrea. Te deseo. – le dijo Félix, con voz grave, sentándose sobre la cama.

-          Un momento, cielo, quiero deshacer la maleta y asearme un poco. – respondió Andrea, tranquila.
-          Pero ¿Qué coño…? ¿De verdad? ¿Deshacer la maleta? ¿Te das cuenta de que no puedo esperar más? Mi piel se ha vuelto adicta a tus besos y llevo demasiado tiempo con síndrome de abstinencia. – le dijo Félix, yendo hasta ella y trayéndola hasta la cama, con él.
-          Pero si nunca te había besado, ¿cómo va a ser tu piel adicta a mis besos? – le preguntó Andrea sonriendo.
-          Por eso. Lleva demasiado tiempo deseándote. No puedo estar ni un minuto más sin hacerte mía, mi hembra, mi mujer, mi Andrea.
Ella se dejó llevar. Lo cierto es que también se había vuelto una yonky de sus besos, de su boca y sus manos. Hablaban más de diez veces al día, o también chateaban. Pero el no tener su contacto, el no poder tocarse, besarse, acariciarse, era demasiado duro. Y ahora por fin estaban juntos. Sin embargo Andrea no podía entender qué le sucedía. Había ansiado este momento durante mucho tiempo. No tenía pareja, al igual que Félix. No había nada ni nadie que le impidiera estar con él. Pero algo limitaba su libertad. Algo que tenía que ver con la confianza.
-          Mi amor, por fin… - decía Félix mientras la besaba el cuello, los hombros, los brazos.
Andrea suspiraba, con los ojos cerrados, disfrutando cada beso, cada contacto de su piel con la de él. Pero no acababa de entregarse. Sentía los dedos de Félix tocando su pecho, pellizcando sus pezones, por encima del vestido, y sin embargo seguía sin poder…
-          Te deseo, amor. ¡Dios… cuánto te deseo! – exclamó él.
Andrea seguía con los ojos cerrados. Recordaba su última conversación, dos días antes, en la que tuvieron sexo maravilloso.
-          Tócate los pezones y dime como están
-          Están tan duros...
-          Mmmmmmmm
-          He mojado mis dedos con saliva y pienso que es tu lengua, tus labios…
-          Los voy a mordisquear
-          Ah… Me gusta mucho…
-          Tócate todo tu cuerpo, acaríciate para mí.
-          Sí, mira, lo hago... Mi piel está caliente... Pero tus manos son tan suaves, acariciándome...
-          Abre las piernas y toca tus muslos
-          Mira, Aaaahhhhhh
-          ¿Están muy suaves?
-          Lo están… Y calientes…
-          Ahora pasa tus dedos muy cerca de tu sexo pero sin tocarlo
-          No podré soportarlo...
-          ¡Lo harás!
-          Deseo tanto que me toques tú. Un día me tocarás al fin, Félix…
-          Dime cómo está…
-          Está empapado…
Andrea gimió fuerte. Abrió los ojos y le vio mirándola, quieto, sin hacer nada.
-          ¿Qué ocurre, Félix? ¿Qué te pasa?
-          No lo sé, Andrea. Estabas impasible. Llevo besándote desde que hemos llegado. Me muero por hacerte el amor. Y resulta que tú estás, no sé… Como en otro lugar. Por favor, dime lo que te ocurre, cielo.
-          No sé lo que me ocurre, Félix. Es muy extraño. Deseaba tanto encontrarme contigo... Pero hay algo que me impide relajarme y entregarme a ti. Sin embargo, cuando he recordado nuestra conversación de hace dos días…
-          ¿Cuando tuvimos sexo por skype, cariño?
-          Sí, exacto. Fue tan maravilloso…
Félix la abrazó, la besó el cuello y comenzó a desnudarla. Le quitó el vestido y el sujetador. Después, le ayudó a tumbarse en la cama y le susurró despacio:
-          Tócate el pecho, Andrea, cierra los ojos y hazlo para mí.
Al principio Andrea sintió que todo era muy raro. Pero cerró los ojos. Escuchar la voz del hombre al que amaba le dio mucha seguridad y confianza, así que comenzó a tocarse, tal y como él le iba indicando.
-          Sigue, por favor. Tócate el estómago, espera, el ombligo, detente en el ombligo. Así, espera, lámete los dedos y ahora vuelve al ombligo…
-          Félix, yo no sé si…
-          Yo sí sé, Andrea. Vuelve a cerrar los ojos, por favor y confía en mí. Relájate, mi niña. Confía en mí. Anda, vuelve a tocarte tus preciosas tetas. Así, despacio… Hummmmmmm, dime qué sientes…
-          Me gusta, Félix, mi amor. Me gustaría que me tocaras tú.
-          Luego, linda. Luego te tocaré yo. Ahora sigue tocándote para mí, anda. Vamos, mójate de nuevo los dedos. Ahora pellizca tus pezones. Hummmmm… me gusta… pero no te oigo, Andrea. Quiero oírte gemir.
Mientras hablaba, Félix se estaba tocando. Siguió dirigiendo a su amor, diciéndole cómo quería que se tocara, tal y como habían hecho alguna vez por skype, con el fin de que ella se sintiera cada vez más confiada y deseosa.
-          Bien, mi vida. Sigue así. Ahora mete tu mano entre tus muslos, por dentro de la braguita. Sigue, hummmmmm, muéstramelo, enséñame qué mojada estás, vamos…
Andrea sacó sus dedos del interior de su sexo y se los mostró empapados. Félix gimió a la vez que sujetó fuerte su enorme erección.
-          Vamos, vuelve a tu coñito. Quítate la braguita y abarca con tu mano todo él. Así, eso es. Ahora apriétalo fuerte para mí. Hummmmmmmmm… Mete despacito un dedo y acaricia tu clítoris, vamos… Aprieta más las piernas, anda… y sigue diciéndome lo que sientes. Quiero oírte, mi niña.
-          Me gusta, Félix. Me encanta. Estoy tan mojada… pero también quiero verte a ti. Quiero ver cómo sujetas fuerte tu polla. Quiero oírte cuando la mueves y también saber lo que estás sintiendo. Quiero que pienses que es mi mano, no la tuya, la que agarra fuerte tu miembro, amor.
Entonces lo entendió todo. Se había dejado llevar igual que cuando se veían por cam, pero ahora podía tenerle en realidad. Él estaba ahí a su lado. Era cuanto había soñado tantas veces. Se acercó a él y le apartó la mano. Agarró su polla con serenidad en el mismo momento que un jadeo ronco salió de la garganta de Félix. Entonces cogió la mano de Félix y la llevó hasta su coño. Él sólo hizo aquello que había deseado tanto.
Primero lo abarcó con su manaza, cerrándola sobre sí misma. Luego coló un dedo osado para comprobar la dureza del clítoris de Andrea. Estaba tan lista… entonces metió un segundo dedo, buscando ese agujero que tanto deseaba desde hacía tiempo. Ella se abrió inmediatamente para facilitarle la entrada. Entonces Félix se colocó en sentido opuesto, acercando su boca a ese lugar cálido, tanto tiempo anhelado. En el momento en que tocó con su lengua, ella gimió y él dijo: “¡Sí!”
Aprovechando la postura, Andrea trajo aquel miembro increíble a su boca y lo lamió. De nuevo el jadeo de Félix le confirmaba que estaba bien, que le gustaba. Quería empezar lamiendo lentamente, pero el deseo que le producía tener la boca de Félix en su propio sexo, le impedía marcar un ritmo lento. Pasó a chupar y morder suavemente. Sin embargo, los movimientos de la boca de él seguían volviéndola loca, por lo que no podría aguantar mucho más.
-          No, Andrea. Quiero estar dentro de ti, pero mirándote a los ojos, cielo. Deseo que lleguemos juntos. – le dijo entre jadeos.
Y él se colocó sobre ella. Ella abrió sus piernas para él y ambos sonreían mientras se besaban. Los dos querían que fuera lento, disfrutada hasta la última sensación. Félix olió su cuello y gimió. La besó, la lamió e colocó su glande en la entrada abierta de Andrea. Ella cerró los ojos acompañando su gran inspiración a un jadeo. Entró lentamente, desesperadamente despacio. Ella intentó acelerar el ritmo, pero él marcó de nuevo. Salió hasta dejar todo el tronco de su pene fuera de la vagina, se mantuvo ahí unos insoportables segundos y comenzó a entrar de nuevo tan lento que Andrea creyó morir de deseo. Ella gemía, pedía y hasta dejó escapar una lágrima de súplica. Poco a poco Félix aumentó el ritmo y llegó a explotar en un terrible calambre que le recorrió por completo su espina dorsal. Andrea notó el estallido en el centro de su vientre, y dejó que la dominara totalmente el interior de su cuerpo y hasta su mente. Entonces lo comprendió: jamás la realidad puede superar a la tecnología. Jamás, cuando hay un sentimiento de por medio.
Andrea sonrió y Félix la abrazó. Así les sorprendió la mañana. Abrazados y felices.


domingo, 1 de febrero de 2015

RESEÑA DE CHARO RD

Hola:
Es la primera vez que publico reseñas en mi blog. Yes que ésta me ha llegado al alma. No es que no me hubieran dicho cosas preciosas sobre YA NO SOMOS TAN JÓVENES. Creo que alguna incluso mejor (y varias peores, pero no menos ciertas). Pero es que la reseña de Charo Rd me hizo llorar. Pero de verdad de la buena. Porque todo lo que dice, lo comparto. De modo que me permito el lujazo de colgar su opinión aquí. Espero que os guste.

Que levante la mano la que no ha fantaseado alguna vez que un macizorro se cruza en su vida y la “pone a vivir”. Que de un paso al frente la que no se ha planteado alguna vez si lo que tiene es todo lo bueno que cree que es o si, por el contrario, hay cosas mejores en el mundo exterior y nosotras nos las estamos perdiendo (sobre todo leyendo lo que la mayoría leemos). Que se muestre la que no se ha preguntado alguna vez que haría con su vida “perfecta, acomodada y estable” con su pareja de toda la vida y padre de sus hijos si se nos cruzara alguien en nuestro camino que nos vuelve el mundo del revés y nos enseña que la pasión no es eso que tenemos con nuestra pareja. Quien no ha pensado si seriamos capaces de enfrentarnos a nuestra vida si esta nos lleva por caminos que desconocíamos y con una persona que no entraba en nuestros planes. Esto es todo lo que le pasa a Ana la protagonista de “ Ya no somos tan jovenes”. Una mujer de 48 años a la que la vida la pone en una tesitura que muchas, quizás, no sabríamos afrontar. A la que la vida le cruza en su camino a Adrián otro hombre (entiéndase hombre como “adulto”) de 47 años que tiene muy claro lo que quiere y hasta donde es capaz de llegar por ello. Y si además Adrián se parece a Gerard Butler apaga y vámonos. A la pobre Ana se le forma un cortocircuito en la cabeza. Y ahora es cuando viene la pregunta ¿y a quién no?. ¿Que se hace ante una situación así? Y decirnos mientras nos damos golpes en el pecho, que vencer la tentación y seguir practicando el voto de la fidelidad que le has jurado a tu pareja........ es muy fácil. Y decir que echarle el polvo del siglo y volver a tu vida como si nada, también es muy fácil. Y ambas, sospecho, que falsas. Lo que hace Ana no os lo voy a decir porque sería un spoiler como una casa y para saberlo deberías leerlo. Solo puedo dar mi más que humilde opinión y decir que es un libro que me ha gustado por lo real de la situación. Porque plantea interrogantes que seguro que a muchas se os ha pasado por la cabeza (y a alguna seguro que por otras partes Emoticono wink ), porque es una historia de adultos “normales” y entendamos como normales que son cuarentones, con un trabajo “normal”, una vida “normal y una pareja “normal” y porque utiliza un vocabulario de lo más mundano y cotidiano, ( sí señoras, mi marido no tiene pene....tiene polla (como una olla) en eso me refiero al vocabulario “normal” ) Y como es todo tan “normal” pues era “normal” que me gustara. Os lo recomiendo. Una lectura rápida y entretenida de alguien que no ha tenido marketing detrás y que todo se lo ha currado ella. Felicidades
— con Mary Ann