Cúmulo de situaciones que me han llevado a descuidar la
depilación de mi sexo. Por fin decido depilarme, después de que ya lo tengo
demasiado largo. Pero me pides que no lo haga, que no me rasure, que deje así
mi vello púbico. En principio no me convence tu propuesta, pero resuelvo darte
gusto…
Llegas y me encuentras aún acostada. Te estaba esperando. Venías
comiendo algo y te chupas el pulgar… ¿Sabes cuánto deseo chupar yo ese dedo? ¿Sabes
cuánto deseo me provocan esos labios?
—¿Aún en la cama? ¿Estás desganada? —preguntas introduciendo
tu mano bajo la sábana.
Me encanta cómo tocas mis pechos, cómo haces que mis pezones
se endurezcan en un momento. Tú, sonriendo, me destapas y te apartas. Me sacas
de mis casillas. Debe ser eso lo que me gusta de ti.
—Voy a la ducha, ¿vienes? —propones.
—Enseguida. —respondo.
Miro mis tetas caídas hacia los lados. Siempre con mis
complejos.
—¡No sé por qué me destapas! —protesto.
—Me encantan tus tetas. —Confirmas algo que ya sabía.
—Pero se caen hacia los lados… Maldita gravedad… —Tú también
lo sabes.
—¿Crees que eso hace que las desee menos? De todos modos las
meteré en mi boca, las lameré, las mordisquearé, las chuparé y escucharé tus
gemidos, pidiendo más. —Y ya están aquí tus promesas. Mis piernas pedalean de
placer, se abren, te desean.
Me acerco a la ducha y te miro a través de la mampara. Tu
cuerpo se trasluce tras el cristal empañado. Quiero ese cuerpo sobre mí, dentro
de mí y debajo de mí. Abres la puerta y tus dedos llegan a mi sexo.
—¿Cómo estás de mojada?
—Compruébalo tú…
Tocas mi vello, pero no mis labios. Juegas con el pelo, mas
sin meter tus dedos. Los enredas; lo estiras, lo rizas, lo enrollas en tu dedo;
lo acaricias, lo levantas y atusas; lo ablandas y domas…
Pero yo deseo que entres en mí, que me folles, que me des
placer y no deseo… sólo ganas. ¿Puede ser esto posible?
Me das lo que busco. Apoyo mis manos en la pared y separas
mis piernas. Me follas mientras abrazas mi cuerpo. Llego entre tus brazos. Me
das lo que buscaba.
Antes de salir, te advierto que quiero depilarme.
Al terminar, vuelvo a la cama. Me miras con esa sonrisa de
niño travieso que quiero tener en mi coño. Te miro las manos que siempre quiero
atrapando mis pechos. Te invito a tomarme de nuevo.
Acercas tu boca a mis labios recién rasurados, ligeramente
irritados por la tarea. Tu lengua se pasea despacio por ellos, lamiendo,
acariciando; hidratando, masajeando,…
Mis piernas se abren ofreciéndote la entrada a mi interior.
Siento tu lengua en mi clítoris, mojándome, provocando que mis fluidos chorreen
al exterior de mi vagina.
Relato precioso, erótico en su punto justo y dando en el clavo a la hora de contar una escena que puede ser cotidiana y llena de realidad. Enhorabuena Mary Ann sigue con tus hermosos relatos
ResponderEliminarGracias Antonio. Seguiré. Besos.
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