martes, 14 de julio de 2015

EL FINAL DEL VERANO.

Capítulo 1º de la novela "YA NO SOMOS TAN JÓVENES". Disfrutadlo. 

EL FINAL DEL VERANO.

“…pero hace tanto ruido este olvido 
que no te pude escuchar”
Cómo te echo de menos – A. Sanz 
Septiembre 2013.

Fin de las vacaciones. Ana siempre deseaba que llegara este momento. Las vacaciones se le hacían demasiado largas. Sobre todo porque Jorge siempre tenía que trabajar la segunda quincena de agosto, cosa que ella detestaba. Pero nunca podía manifestarlo en voz alta. ¡Sus compañeros la matarían! Sobre todo las chicas. Alba siempre era feliz en vacaciones, disfrutaba de su tiempo libre y no quería saber nada de los compañeros ni de la oficina. Siempre andaba buscando la última conquista que la comprara una joyita, la llevara de viaje o le regalara algo. Elena tenía marido e hija. Desde hace unos años, las vacaciones eran sagradas para ella, así que no tenía ninguna gana de volver al trabajo. Ana y Elena tenían una amistad especial y se veían mucho fuera del trabajo. Rafa también estaba casado, pero este verano se le había hecho ligeramente cuesta arriba. Estar con su hija las 24 horas le había sobrecargado un poco. Sólo Gabriel la entendía. Le ocurría más o menos lo mismo que a Ana. Aunque Gabriel no tenía pareja, pero tenía la música. Cada verano componía nuevos temas, escribía, grababa,… Pero se le hacía muy largo. Ana tenía a Jorge y su otra gran pasión: la lectura. No obstante, deseaba volver a trabajar, un año tras otro. Sus amistades eran casi todas de la oficina. No era sólo el trabajo, que le encantaba, sino también la vida social que éste le proporcionaba. Pero este año era diferente. No tenía ganas de volver. Sentía que se estaba haciendo demasiado mayor, día a día, año a año…
Para colmo, este año tendría compañera nueva. María se encontraba de baja maternal, así que mandarían a otra cría. Sí, otra cría. Últimamente siempre mandaban jovencitas que acababan de terminar la carrera, expertas en idiomas, con muchas ideas nuevas. Aunque nunca se sintió rechazada, siempre creía que la miraban como a “la abuelita”. Luego siempre se sintió genial con todas. Al poco de conocerlas, Ana les ofrecía su apoyo, su experiencia, y ellas valoraban su ayuda, su sentido del humor y esa chispa de doble sentido que le caracterizaba. Algunos la llamaban cariñosamente “la vieja verde”. Y es que Ana siempre hablaba de esas cosas, piropeaba sin pudor a los chicos en la oficina y ellos se dejaban querer, hablaba de sus lecturas (desde que leyó “las benditas sombras”, no había dejado la literatura erótica) y a todos les hacía mucha gracia.
Pero había algo que no la dejaba sentirse libre. Todos pensaban que Ana actuaba así debido a su sentido del humor. Pero lo cierto es que era así de verdad. En muchas ocasiones se preguntó si no estaría obsesionada con el sexo. “¿Ninfómana, yo? ¡No creo! Pero igual…” ¡La realidad es que le encantaba! El sexo para ella era primordial.
—¡Es lo mejor del mundo! ¡Si hubiera algo mejor se sabría! —Ni siquiera se planteaba conflicto con sus ideas religiosas—. Dios quiere que disfrutemos de ello. Si no, no lo habría creado. De hecho, procuro hacerlo para alabar a Dios.
Tampoco se podría decir que fuera infeliz. ¿O sí? Jorge le había tratado siempre con mucho cariño. Desde el principio, se había asegurado de dejarla satisfecha. Cuando empezaron a tener relaciones, él siempre se corría muy pronto, así que dedujo que tenía que asegurar los orgasmos de ella antes de hacerle el amor. Nunca probaron nada nuevo y lo que jamás hacían era hablar: ella gemía, pero bajito y él era de lo más silencioso.
Ya eran 20 años de matrimonio, en los que habían tenido épocas “más flojas” y hasta algunas “de sequía”. Lo raro es que ella siempre quería, pero él casi nunca. Todavía actualmente no habían descubierto qué pasó. Ana siempre pensó que Jorge no la deseaba. Incluso llegó a imaginar que él era homosexual. Pero él siempre decía aquello de:
—Es una época y se pasará.
El mayor palo fue cuando descubrieron que no podrían tener hijos. Varios años poniendo impedimentos y al final,… tuvieron que vivir “esos años”. Cuando Ana tuvo la depresión el sexo era inexistente. Alguna vez lo hacían, pero ella no disfrutaba y él… ¿quién sabe lo que sentía Jorge? Nunca fue bueno expresando sus sentimientos. Jorge se marchó una temporada: Ana le echó de su vida. Pero la terapia funcionó, Jorge volvió a casa y poco a poco todo volvió a ser “normal”.
En esa época, Ana comenzó a leer literatura histórica. Su hermano Agustín le solía pasar libros y ella se los devoraba. Y un día Agustín le animó a leer la saga “Hijos de la tierra”. Siempre recordará cuando leyó “El clan del oso cavernario” o como le llamó su sobrino Javi “El club del oso cabuérnigo”. Sus padres se morían de la risa cuando les explicó la anécdota. Pero lo mejor fue todo lo que descubrió en estos libros. Muchas de las escenas sobre sexo describían justo lo que ella pensaba. Otras, le sirvieron para formarse sus propias ideas, teorías, incluso para aprender cosas nuevas. Le impresionó cómo enfocaban el tema del sexo oral, así como las primeras veces, la pérdida de la virginidad,… pero para ella siempre eran primordiales las miradas, el trato, los sentimientos,… le encantaba leer a Jorge algunos trozos de los textos, o pedirle que los leyera él, aunque para él siempre era un tostón hacerlo.
Y poco a poco las cosas cambiaron de nuevo. Gracias a la terapia Ana pudo verbalizar sin temor todo lo que le pasaba, sentía, pensaba. En la consulta no había nadie que juzgara a Ana. Bueno, sí: ella misma. Pero con ayuda de su analista, poco a poco fue sacando de dentro todo lo que tenía. Intentó enfrentarse a Jorge con sus necesidades y deseos. Pero Jorge no lo tenía claro. Decía que así estaban bien, que a él le gustaba hacer el amor con ella una vez por semana, que ya no tenían edad para innovar. Le planteó incluso si no estaría un poco obsesionada con el sexo. Después de la enorme crisis que habían tenido, quizá él ya no la deseaba… Era cariñoso, pero…

Y entonces fue cuando los leyó. Tres libros de los cuales hablaba todo el mundo. Al principio le encantaba lo extremo de las situaciones y comenzó a hablar con ese lenguaje en sus momentos con Jorge: a ella le ponía un montón decir polla, follar, coño y otras palabras. Aunque en ese sentido, seguía sin tener a Jorge de su lado. A él no le gustaba que ella hablara así. Decía que era soez y chabacano, que así hablaban las putas y los chulos. Nunca le escucharía hablar así porque él la amaba demasiado como para ello. De hecho seguía sin hablar nada, ni gemir, ni nada… Ella fue dejando de hablar y gemía bajito otra vez. También le surgieron dudas sobre si sería cierto que algunas prácticas no producían dolor, sino excitación. Pero no se atrevió a proponérselas a Jorge: seguro que volvería a tratarla poco menos que de obsesa sexual.
Ana tenía la necesidad de hablar de literatura erótica, pero con Agustín no tenía confianza, así que decidió hablar con Virginia. Su hermana se había convertido en su mayor confidente. Nunca juzgaba a Ana y le encantaba escucharla. Ella hablaba maravillas de su vida sexual. Su marido, Íñigo, era todo lo que una mujer podría desear. Ana tampoco juzgaba a Virginia, así que ésta le confiaba sin reparos cualquier detalle de su intimidad. Le proporcionó varios libros, aunque estaba un poco harta de “las malditas sombras de los huevos”. También le enseñó sus juguetes y un neceser en el que guardaba de todo, aunque no precisamente maquillaje. Y entonces Ana comenzó a hablar con Sandra, “su biblioteca particular”. Esta chica leía toda la literatura erótica que se publicaba en castellano. A menudo le enviaba los enlaces o títulos que bajaba de Internet. Y Ana comenzó a buscar. Y encontró muchos blogs de literatura romántica. ¿Por qué los llamaban así cuando estaba claro que era erótica? Así que este verano había sido muy fructífero en lo que a lectura se refiere. Había terminado otras trilogías y sagas, así como muchos libros y relatos y además Sandra le ponía al día en cuanto a autoras y libros.
Pero todo esto le provocaba mucha inquietud. Constantemente se preguntaba si ella podría llegar a experimentar tal o cual cosa que había leído. Si podría atreverse algún día a tener una aventura. ¡Era absurdo! A ella nunca se le había presentado la menor oportunidad. Pero ¿y si algún día se presentaba? No. Era imposible. Ella estaba absolutamente enamorada de Jorge. ¿Sería eso cierto? ¿Y si alguna vez conocía a alguien…? ¿A quién iba a conocer ella? Si siempre se movía en los mismos ambientes. Sí, conocía a mucha gente, pero no como para… Pero ella quería a Jorge. Nunca se plantearía nada con otro hombre. Aunque el sexo podría ser mejor si… Pero ella se sentía satisfecha con su marido. Bueno, a veces se quedaba con las ganas. Pero él sí tenía suficiente. ¿Sería bueno hacerse tantas preguntas? ¿Y ponerse tantos “peros”?
Y ahora todo volvía a estar enrarecido. Jorge estaba frío y distante. Ella también. Apenas hablaban, compartían pocos momentos y casi nunca hacían el amor. Sólo estaban a gusto cuando estaban con otras personas. Ana había intentado hablar con Jorge, pero la conversación acabó enseguida con aquello de:
—No te preocupes. Seguro que es una racha y pasará pronto.




2 comentarios:

  1. Delicioso relato de lo que much@s sentimos y hemos pasado pero nio nos atrevemos a confesar. Exquisita la forma y realista y veraz el fondo. Enhorabuena Mary sigue deleitandonos con tus relatos

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    1. Antonio, Éste es el 1º capítulo de mi libro. Lo leerás o lo habrás leído ya. Celebro que te esté gustando. Un besito.

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