sábado, 9 de mayo de 2015

Prólogo de LA ESENCIA (Alex García)

LA ESENCIA (Alex García)
Hola.
De nuevo he estado bastante tiempo sin escribir relatos en el blog. Además, quienes me conocen han visto que he últimamente he leído menos libros. Bueno, esto se debe a que he leído LA ESENCIA, de mi amigo y fantástico escritor Alex García. Pero hoy todavía no os voy a contar cómo es Alex, ni cómo es su pedazo de novela. En breve os explicaré lo que pienso de él como escritor y de sus novelas. De momento sólo os diré que "La Esencia" es lo mejor que ha escrito y, que conste que me he leído todo lo que ha publicado y casi todo lo que ha escrito.
Pero lo que más feliz me hace y quiero compartir con toda mi gente, es que yo he escrito el Prólogo de dicho libro. Y tengo permiso de él para publicarlo. Deseo que lo disfrutéis mucho y que os entren muchas ganas de leer esta novela. En cuanto esté disponible, os lo contaré.

Prólogo
Despierto sudando, asustada a causa del grito que acabo de escuchar, cuando me doy cuenta de que soy yo misma quien lo ha dado. ¡De nuevo este sueño recurrente! Un peso inmenso se apodera de mi pecho y apenas me permite respirar. Sé que debo serenarme para recuperar la calma, o seré de nuevo presa de una crisis de ansiedad. Hago un esfuerzo sobrehumano para  inspirar despacio y expulsar el aire lentamente. De este modo no hiperventilaré, controlaré la situación en unos segundos. Esta vez no me marearé como otras.
Y sigo sin saber quién es ella… esa mujer… No recuerdo qué quería, por qué hablaba con papá. Pero sé que él no estaba contento. Es como si yo quisiera escucharla, consolarla, porque lloraba. Pero no puedo recordar nada. Sólo que papá… ¡Papá! Esa fue la última ocasión que nos llevó al parque, la última tarde con él, los últimos besos y abrazos… La última vez…
* * * * *
Ha sido una suerte que hayamos podido venir a pasar la tarde al parque. A mí me gusta mucho cuando venimos aquí. Es muy bonito y grande. Papá nos trae a veces y nos enseña los árboles. Hay especies de todas partes del mundo. A Santi no le gusta, él siempre quiere ir a los columpios, pero papá ha dicho que más tarde iremos. Antes quiere enseñarnos lo lindas que están las plantas en esta época del año.
Me gusta mucho cuando él me explica las diferencias entre unas plantas y otras. Luego me hace preguntas y, si no sé responder, me ayuda a que me fije en el tipo de tallo o las diferencias entre las hojas. Me ha prometido que un día podremos recoger hojas, palitos y pétalos del suelo. Con todo ello quiero hacer un cuadro y regalárselo a mamá. Ella no ha podido venir hoy con nosotros porque tenía que hacer las cosas de casa. Santi sigue protestando porque quiere ir a los columpios, así que papá ha accedido a ir hacia allá.
Llevamos un buen rato aquí y Santi se ha columpiado todo el tiempo. Ahora me toca a mí montarme, pero Santi quiere repetir y llora. Papá le explica que es mi turno y que él debe esperar o montarse en otro cacharro entretanto. Una de las cosas que más me gustan es columpiarme y que mi papá me lance adelante con fuerza. Ya soy capaz de subir los pies hasta más arriba que la cabeza de los mayores. Le pido un poco más fuerte y él lo hace. Tanto que me dan cosquillas en el estómago al volver hacia atrás. Pero entonces noto las manos de papá que me lanzan de nuevo hacia adelante. Cierro los ojos, extiendo los pies y me agarro fuertemente a las cadenas. Me encanta sentirme así, es como volar…
¡Volar! Muchas veces pienso que me gustaría volar. No como los pájaros, sino siendo una persona. No en un avión, sino valiéndome de mi propio cuerpo. Ya, ya sé que eso no existe, pero a mí me gustaría mucho. Hace unos días soñé que volaba y noté estas mismas cosquillas en el estómago. Pero luego me desperté y me di cuenta de que las personas no volamos. Cuando le conté esto a papá me dijo que quizá algún día consiguiera hacer realidad mis sueños, que nunca hay que dejar de soñar.
Pero ahora se me ha acabado el tiempo de montarme y tengo que bajar. ¡Jolines, qué rollo! Me he manchado mi vestido blanco y papi me hace ver las manchas. No está enfadado, pero me pregunta qué dirá mamá cuando lo vea. Ella se enfada a veces cuando nos manchamos, aunque siempre se lo dice a él, no a nosotros. Santi también se ha manchado, pero su ropa no es blanca, así que mamá no se preocupará tanto, creo yo.
En ese momento, el «busca»  de papá pita. Creo que eso significa que nos vamos ya. Siempre que le suena el «busca», tenemos que marcharnos a casa, pues papi tiene que irse rápidamente a trabajar. No me gusta nada ese aparato, pero él dice que es necesario. Cuando se va al hospital, siempre cura a personas que están muy malitas. Por eso muchas personas quieren a mi papá. Pero yo le quiero más que todas ellas, que no son sus hijas. Le quiero más que Santi, que sí es su hijo.
De repente llega esa señora. Me mira durante unos segundos, yo a ella también. Luego se acerca a papá y le abraza. Santi pregunta a mi papá qué ocurre, pero él no le contesta. Yo no entiendo nada, porque papá aparta a la chica, ella grita algo y a mí me da pena. No sé lo que dicen, algo de un accidente. Quiero entenderla, consolarla, me da tanta pena verla llorar… Me dirijo hacia ella, pero papá no me deja. Lo que menos entiendo es por qué le ha llamado «papá». Vamos a ver: yo sólo tengo un hermano, que es Santi, así que ¿cómo puede esa chica llamarle «papá»? Eso sólo sería posible si ella fuera mi hermana, pero no lo es. Yo no la he visto nunca en mi casa, ni en la calle, ni con mi papá, ni con mi mamá. Nunca la he visto, ni sé dónde vive.
No me gusta nada de esto y a mi papi tampoco le gusta. Yo no quiero que discutan, pero tampoco quiero que ella llore. No sé por qué llora, pero me dan ganas de llorar a mí. Quiero que se vaya ya.
Ahora llegan los policías, ellos lo arreglarán todo. Papá siempre dice que ellos son amigos de los niños y que si algún día nos perdemos, podemos ir donde un policía y nos ayudará a encontrarlos. Seguro que han oído a la señora gritar y por eso vienen a ayudar, porque los policías siempre ayudan a las personas que tienen problemas. Hablan con la señora y van a llevarla a su casita. Al final se va con ellos, pero de repente vuelve corriendo donde estamos nosotros, abraza a mi papá y le dice que le quiere mucho. Santi llora otra vez y yo no sé qué hacer ni qué decir.
Papá nos lleva por fin a casa y tiene mucha prisa porque debe ir a trabajar. Es un médico muy bueno, que cura siempre a las personas que tienen malito su corazón. A mí me gusta que papá arregle los corazones que están malitos, pero lo que no me gusta es que se vaya cuando estamos jugando con él.
¿Por qué siempre tiene que irse a trabajar? ¿Y por qué tendrá siempre tanta prisa? Yo no quiero que se vaya, quiero seguir jugando en el parque. Me gusta mucho jugar con papá, me gusta subirme en el columpio y que él me propulse alto, hasta las nubes o más. Cuando llegamos a casa, papi le cuenta a mamá que debe irse, que tiene mucha prisa, pero yo no dejo de llorar. Santi se ha ido enseguida a la habitación, a jugar con los playmóvil nuevos, así que mi papá me coge en brazos y me besa.
—¿Sabes que debo irme, verdad princesa?
—Sí, papá. Lo entiendo. Pero promete que mañana volveremos al parque y recogeremos hojas y palitos para hacer el cuadro para mamá. —Le pido mientras él me seca las lágrimas.
—Claro, chiquitina. Lo haremos. Pero ahora debes dejar de llorar, ¿prometido? Obedece a mamá y sé buena, ¿de acuerdo? —Sigue con sus besos y caricias.
—Vale. —Abrazo fuertemente su cuello y le doy un último beso.
El último beso. Y se va a trabajar. Y se va…
* * * * *
El último beso. Y se fue a trabajar. Se fue… Y jamás volvió… Te echo tanto de menos, papá…
Si tan sólo yo pudiera… Si yo pudiera…
La congoja se apodera de nuevo de mí. Siento que aparece de nuevo la crisis de ansiedad. Tengo taquicardia. Recuerdo que debo respirar hondo para evitar hiperventilar. Pero la angustia no me lo permite. Y lloro más fuerte, y grito llamándole:
—¡Papá!
Varios minutos después la llantina se ha pasado y vuelvo a estar tranquila. Inspiro hondo y expulso despacio. Me levanto ya. Debo darme una ducha de agua templada. Eso hará que me sienta bien otra vez. Eso hará que todo vuelva a ir bien.
Entro en la ducha y me obligo a dejar de pensar en el dichoso sueño, la pesadilla que lleva repitiéndose toda mi vida desde que papá nos dejó aquel día. Ahora debo concentrar mi atención en el viaje a Madrid. Tengo algo menos de hora y media para prepararme y llegar al aeropuerto. Por fin ha accedido a recibirme el pánfilo ese que tiene en sus manos el futuro del Centro. Señor… ¿cómo era su nombre? Señor “Notengotiempo paralagente pardilla”, Señor “Soyel putoamo delmundo”, Señor “Pisoal queseponga delante”, Señor… Thomas. Sí, ese era su nombre.
Termino de arreglarme y preparo una maleta pequeña, para un par de días. Espero volver a casa con la seguridad de que a mis viejitos no se les destrozará el breve futuro que les queda. Si consiguiera un compromiso por parte del señor Thomas… Pero dicen que es un hombre sin escrúpulos. Lo cierto es que me ha costado mucho tiempo conseguir que me recibiera. Así que no voy a desaprovechar esta oportunidad. Me guardaré mis opiniones y haré lo que sea por conseguir ese compromiso.
Miro por la ventana para cerciorarme de que el taxi está esperando. Ya me espera, así que me marcho. Espero que este par de días en Madrid me resulten agradables. No creo que me dé tiempo para hacer turismo, pero de todos modos intentaré sacar algo de tiempo libre. Madrid, señor Thomas, Susi está preparada y va a por todas.




2 comentarios:

  1. Muy bueno el prólogo, Mary, dan ganas de leer el resto de la novela (y sin duda lo haré, aunque no ahora, tengo una larga cola que pa qué). Te felicito. Besos.

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    1. Yo sigo con tus poemas y tus "Realidades a doble espacio".
      Besazos.

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